miércoles, 22 de junio de 2011

El orden del discurso


Michel Foucault. El orden del discurso. Traducción de Alberto González Moyano. Buenos aires: Tusquets Editores, Cuadernos Marginales. 4ºed. 1992.

“[...]existe un deseo de no tener que empezar, un deseo semejante de encontrarse ya desde el comienzo, al otro lado del discurso[...] A este deseo tan común la institución responde de manera irónica, dado que devuelve los comienzos solemnes, los rodea de un círculo de atención y de silencio y les impone, como queriendo distinguirlos desde lejos, unas formas ritualizadas.” (pp.9-10) La afirmación, mirada desde otro ángulo, sería contraria a lo expresado por BAJTIN, “El problema de los géneros discursivos.[1]

“[...] quizás esta institución y este deseo no son otra cosa que dos réplicas opuestas a una misma inquietud: inquietud con respecto a lo que es el discurso en su realidad material de cosa pronunciada o escrita; inquietud con respecto a esta existencia transitoria destinada sin duda a desaparecer, per según una duración que no nos pertenece, inquietud al sentir bajo esta actividad, no obstante cotidiana y gris; poderes y peligros difíciles de imaginar; [...]” (pp.10-11)

la hipótesis[2]: “[...] en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada, redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad.

1) En una sociedad como la nuestra son bien conocidos los procedimientos de exclusión. El más evidente, y el más familiar también, es lo prohibido. Se sabe que no se tiene derecho a decirlo todo, que no se puede hablar de todo en cualquier circunstancia, que cualquiera, en fin, no puede hablar de cualquier cosa. Tabú del objeto, ritual de la circunstancia, derecho exclusivo o privilegiado del sujeto que habla[...]” (pp. 11-12)

“[...] las prohibiciones que recaen sobre él [el discurso], revelan muy pronto, rápidamente, su vinculación con el deseo y con el poder. Y esto no tiene nada de extraño: ya que el discurso –el psicoanálisis nos lo ha mostrado- no es simplemente lo que manifiesta (o encubre) el deseo: es también lo que es el objeto del deseo; y ya que –esto la historia no cesa de enseñárnoslo- el discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse.” (pp. 12) BARTHES, Investigaciones retóricas I.[3]

“[...] otro principio de exclusión: no se trata ya de una prohibición sino de una separación y un rechazo. Pienso en la oposición razón y locura. Desde la más alejada Edad Media, el loco es aquél cuyo discurso no puede circular como el de los otros: llega a suceder que su palabra es considerada como nula y sin valor, no conteniendo ni verdad ni importancia, [...] suele ocurrir también que se le confiere, opuestamente a cualquier otra, extraños poderes, como el de enunciar una verdad oculta, el de predecir el porvenir[...] excluida o secretamente investida por la razón, en un sentido estricto, no existía. A través de sus palabras era como se reconocía la locura del loco;[...]” (pp. 13)

[...]actualmente [...] hemos llegado a sorprender, esta palabra del loco, incluso en lo que nosotros mismos articulamos, en ese minúsculo desgarrón por donde se nos escapa lo que decimos. Pero tantas consideraciones no prueban que la antigua separación ya no actúe; basta con pensar en todo el armazón [...] que permite al que sea –médico, psicoanalista- escuchar esa palabra y que permite al mismo tiempo al paciente manifestar, retener desesperadamente, sus pobres palabras;[...] (pp. 14)

“Quizás es un tanto aventurado considerar la oposición entre lo verdadero y lo falso[...]. Pero si uno [...] se plantea la cuestión de saber quién ha sido y cuál es constantemente, a través de nuestros discursos, esa voluntad de verdad que ha atravesado tantos siglos de nuestra historia, o cuál es en su forma general, el tipo de separación que rige nuestra voluntad de saber, es entonces, quizás, cuando se ve dibujarse algo así como un sistema de exclusión (sistema histórico, modificable, institucionalmente coactivo).” (15-16)

“[...] todavía, en los poetas griegos del siglo VI, [...] el discurso verdadero por el cual se tenía respeto y terror, aquél al que era necesario someterse porque reinaba, era el discurso pronunciado por quien tenía el derecho[...] decidía la justicia [...] no sólo anunciaba lo que iba a pasar, sino que contribuía a su realización.[...] un siglo más tarde, la verdad superior no residía más en lo que era el discurso o en lo que hacía, sino que residía en lo que decía: llegó un día en que la verdad se desplazó del acto ritualizado, eficaz, justo, de enunciación, hacia el enunciado mismo[...] las grandes mutaciones científicas quizás puedan a veces leerse como consecuencias de un descubrimiento, pero pueden leerse también como la aparición de formas nuevas de la voluntad de verdad. “ (pp.16-17) RORTY.

“[...] la voluntad de saber tuviera su propia historia, [...]: historia de los planes de objetos por conocer, historia de funciones y posiciones del sujeto conocedor, historia de las inversiones materiales, técnicas e instrumentales del conocimiento.

Pues la voluntad de verdad, como los otros sistemas de exclusión, se apoya en un soporte institucional [...] es acompañada también, más profundamente sin duda, por la forma que tiene el saber de ponerse en práctica en una sociedad, en la que es valorizado, distribuido, repartido y en cierta forma atribuido.

[...] esta voluntad de verdad basada en un soporte y una distribución institucional, tiende a ejercer sobre los otros discursos –hablo siempre de nuestra sociedad- una especie de presión y como un poder de coacción.” (pp. 17-18)

“De los tres grandes sistemas de exclusión que afectan al discurso, la palabra prohibida, la separación de la locura y la voluntad de verdad, es del tercero del que he hablado más extensamente. [...] no han cesado los primeros de derivar hacia él ...[que] intenta recuperarlos a su cargo, para modificarlos y a la vez fundamentarlos.” (pp. 19)

“si el discurso verdadero no es ya más, en efecto, desde los griegos, el que responde al deseo o el que ejerce el poder; en la voluntad de verdad, en la voluntad de decir, ese discurso verdadero ¿qué es por tanto lo que está en juego sino el deseo y el poder?” (pp. 20)

“Existen, evidentemente, otros muchos procedimientos de control y delimitación del discurso. Esos a los que he aludido antes se ejercen en cierta manera desde el exterior, funcionan como sistemas de exclusión, conciernen sin duda la parte del discurso que pone en juego el poder y el deseo.

2) Creo que se puede también aislar otro grupo. Procedimientos internos puesto que son los discursos mismos los que ejercen su propio control; procedimientos que juegan en tanto a título de principios de clasificación, de ordenación, de distribución, como si se tratase en este caso de dominar otra dimensión del discurso: aquella de lo que acontece y del azar.

En primer lugar, el comentario [...] cosas que han sido dichas una vez y que se conservan porque se sospecha que esconden algo como un secreto o una riqueza. [...] hay regularmente en las sociedades una especie de nivelación entre discursos: los discursos que “se dicen” en el curso de los días […] y que desaparecen en el acto mismo que los ha pronunciado; y los discursos que están en el origen de un cierto número de actos nuevos de palabras que los reanudan, los transforman o hablan de ellos[...] son dichos, permanecen dichos, y están todavía por decir. [...] el principio de un cierto desfase no deja de ponerse continuamente en juego [...] permite construir (e indefinidamente) nuevos discursos [...] decir por primera vez aquello que sin embargo había sido ya dicho. [...] El comentario conjura el azar del discurso al tenerlo en cuenta; [...] lo nuevo no está en lo que se dice sino en el acontecimeinto de su retorno.” (pp. 20-24) BAJTIN; BORGES, “Pierre Menard, autor del Quijote” ; GENETTE, Palimpsestos; SADE, la película reciente: la imagen del correr de las voces que llevan el texto a través de las paredes de la cárcel.

“Creo que existe otro principio de enrarecimiento de un discurso. Y hasta cierto punto es complementario del primero. Se refiere al autor. [...] como unidad y origen de sus significaciones, como foco de su coherencia. [...] no juega siempre la misma función.[...] en el orden del discurso científico, la atribución a un autor era, durante la Edad Media, un indicador de su veracidad. [...] esta función no ha cesado de oscurecerse [...] Por el contrario, en el orden del discurso literario, y a partir de esa misma fecha, la función del autor no ha cesado de reforzarse [...] se pide que el autor rinda cuenta de la unidad del texto que se pone a su nombre; [...]” (pp. 24-25) DORRA, “El deseo y la constitución de la obra”.

“El comentario limitaba el azar del discurso por medio del juego de una identidad que tendría la forma de la repetición y de lo mismo. El principio del autor limita ese mismo azar por el juego de una identidad que tiene la forma de la individualidad y del yo.” (p.27)

“Sería necesario reconocer también, en lo que se llama no las ciencias sino las <disciplinas>, otro principio de limitación [...] relativo y móvil. [...] La organización de las disciplinas se opone tanto al principio del comentario como al del autor. Al del autor porque una disciplina se define por un ámbito de objetos, un conjunto de métodos, un corpus de proposiciones consideradas como verdaderas, un juego de reglas y de definiciones, de técnicas y de instrumentos: todo esto constituye una especie de sistema anónimo a disposición de quien quiera servirse de él, sin que su sentido o si validez estén ligados a aquél que se ha concentrado en ser su inventor [...] en una disciplina, a diferencia del comentario, lo que se supone al comienzo, no es un sentido que debe ser descubierto de nuevo, ni una identidad que debe ser repetida; es lo que se requiere para la construcción de nuevos enunciados.” (p.27)

“[...] están construidas tanto sobre errores como sobre verdades, errores que no son residuos o cuerpos extraños, sino que ejercen funciones positivas y tienen una eficacia histórica y un appel frecuentemente inseparable del de las verdades” (p.29)

“La disciplina es un principio de control de la producción del discurso. [...]

Se tiene el hábito de ver en la fecundidad de un autor, en la multiplicidad de sus comentarios, en el desarrollo de una disciplina, como tantas otras fuentes infinitas para la creación de los discursos. Quizás, pero no por ello menos principios de coacción. Y es probable que no se pueda dar cuenta de su papel positivo y multiplicador, sino se toma en consideración su función restrictiva y coactiva. “ (pp. 31-32)

3) “Existe creo un tercer grupo de procedimientos que permiten el control de los discursos. No se trata esta vez de dominar los poderes que conllevan , ni de conjurar los azares de su aparición; se trata de determinar las condiciones de su utilización, de imponer a los individuos que los dicen un cierto número de reglas y no permitir de esta forma el acceso a ellos, a todo el mundo. Enrarecimientos, esta vez, de los sujetos que hablan; nadie entrará en el orden del discurso si no satisface ciertas exigencias o si no está, de entrada, calificado para hacerlo. [...] todas las regiones del discurso no están totalmente abiertas y penetrables; algunas están altamente defendidas [...] mientras que otras aparecen casi abiertas a todos los vientos y se ponen sin restricción previa a disposición de cualquier sujeto que hable. “ (p. 32)

“ El intercambio y la comunicación son figuras positivas que juegan en el interior de sistemas complejos de restricción; y, sin duda, no sabrían funcionar independientemente de éstos. La forma más superficial y más visible de estos sistemas de restricción la constituye lo que se puede reagrupar bajo el nombre de ritual; el ritual define la cualificación que deben poseer los individuos que hablan [...]; define los gestos, los comportamientos, las circunstancias, y todo el conjunto de signos que deben acompañar el discurso; fija finalmente la eficacia supuesta o impuesta a las palabras, su efecto sobre aquellos a los cuales se dirigen , los límites del valor coactivo. Los discursos religiosos, judiciales, terapéuticos, y en cierta parte también políticos, no (sic, seguramente el “no” sobra) son apenas disociables de esa puesta en escena de un ritual[...]” (pp.33-34)

“Un funcionamiento en parte diferente tienen las <sociedades de discursos>, cuyo cometido es conservar o producir discursos, pero para hacerlos circular en un espacio cerrado, distribuyéndolos nada más que según reglas estrictas y sin que los detentadores sean desposeídos de la función de distribución. Un modelo arcaico nos viene sugerido por esos grupos de rapsodas[...].HAUSER Historia social de la literatura y el arte explica cómo funcionaban.

Claro que ya apenas quedan semejantes , con ese juego ambiguo del secreto y de la divulgación. Pero nadie se engañe; incluso en el orden del discurso publicado y libre de todo ritual, todavía se ejercen formas de apropiación del secreto y de la no intercambiabilidad. [...] el personaje del escritor[...] el secreto técnico o científico[...], el discurso médico; piénsese en aquellos que se han apropiado del discurso económico o político.” (pp.33-36).

“En apariencia [en las doctrinas] , la sola condición requerida es el reconocimiento de la mismas verdades y la aceptación de una cierta regla [...] si no fuera más que esto las doctrinas no serían hasta tal punto diferentes de las disciplinas científicas, y el control discursivo versaría solamente sobre la forma o el contenido del enunciado, no sobre el sujeto que habla. Ahora bien, la dependencia doctrinal denuncia a la vez el enunciado y el sujeto que habla[...] la herejía y la ortodoxia no responden a una exageración fanática de los mecanismos doctrinales; les incumben fundamentalmente.[...]

La doctrina vincula los individuos a ciertos tipos de enunciación y como consecuencia les prohíbe cualquier otro; pero se sirve, en reciprocidad, de ciertos tipos de enunciación para vincular a los individuos entre ellos, y diferenciarlos por ello mismo de los otros restantes. La doctrina efectúa una doble sumisión: la de los sujetos que hablan a los discursos, y la de los discursos al grupo, cuando menos virtual, de los individuos que hablan.” (pp.36-37)

“Finalmente, en una escala más amplia, se hace necesario reconocer grandes hendiduras en lo que podría llamarse la adecuación social del discurso.[...] Todo sistema de educación es una forma política de mantener o de modificar la adecuación de los discursos, con los saberes y los poderes que implican.[...] es muy abstracto separar, como acabo de hacer, los rituales del habla, las sociedades de discursos, los grupos doctrinales y las adecuaciones sociales.[...] unos se vinculan con otros[...]” (p. 38)

“Me pregunto si un cierto número de temas de la filososfía no surgieron para responder a estos juegos de las limitaciones y de las exclusiones, y quizá también para reforzarlos.” (p38)

“[...] parece que el pensamiento occidental haya velado para que en el discurso haya el menor espacio posible entre el pensamiento y el habla; parece que haya velado para que discurrir aparezca únicamente como una cierta aportación entre pensar y hablar; de eso resultaría un pensamiento revestido de sus signos y hecho visible por las palabras, o inversamente, de eso resultarían las mismas estructuras de la lengua utilizadas y produciendo un efecto de sentido.[...]antigua elisión de la realidad del discurso en el pensamiento filosófico[...] pudiera darse que el tema del sujeto fundador permitiese elidir la realidad del discurso[...] es él quien, atravesando el espesor o la inercia de las cosas vacías, recupera de nuevo, en la intuición, el sentido que allí se encontraba depositado[...]

El tema que está frente a este, el tema de la experiencia originaria[...] Las cosas murmuran ya un sentido que nuestro lenguaje no tiene más que hacer brotar; y este lenguaje, desde su más rudimentario proyecto, nos hablaba ya de un ser del que él es como la nervadura.

El tema de la mediación universal es todavía, creo, una forma de elidir la realidad del discurso.

Bien sea pues en una filosofía del sujeto fundador, en una filosofía de la experiencia original o en una filosofía de la mediación universal, el discurso no es nada más que un juego, de escritura en el primer caso, de lectura en el segundo, de intercambio en el tercero; y ese intercambio, esa lectura, esa escritura no ponen nunca nada más en juego que los signos. El discurso se anula así, en su realidad, situándose en el orden del significante.” (pp.39-42)

“Hay sin duda en nuestra sociedad, [...] una especie de sordo temor [...] contra esa masa de cosas dichas, contra la aparición de todos esos enunciados, contra todo lo que puede haber allí de violento, de discontinuo, de batallador, y también de desorden y de peligroso, contra ese murmullo incesante y desordenado del discurso[...] si se quiere analizarlo[...] es necesario[...] poner en duda nuestra voluntad de verdad; restituir al discurso su carácter de acontecimiento; levantar finalmente la soberbia del significante.” (pp.42-43)

“[...]exigencias metodologicas que traen consigo.

1. Primeramente, un principio de trastocamiento[...]en esas figuras que parecen jugar una función positiva, como la del autor, la disciplina, la voluntad de verdad, se hace necesario, antes bien, reconocer el juego negativo de un corte y de un enrarecimiento del discurso.

2. [...] una vez que se ha cesado de considerarlos como instancia fundamental y creadora [...] se hace necesario recurrir a un principio de discontinuidad: [...] los discursos deben ser tratados como prácticas discontinuas que se cruzan, a veces yuxtaponen, pero que también se ignoran o se excluyen.

3. Un principio de especificidad: no resolver el discurso en un juego de significaciones previas, no imaginarse que el mundo vuelve hacia nosotros una cara legible que no tendríamos más que descifrar; él no es cómplice de nuestro conocimiento; no hay providencia prediscursiva que le disponga a nuestro favor. Es necesario concebir el discurso como una violencia que hacemos a las cosas, en todo caso como una práctica que les imponemos;[...]

4. Cuarta regla, la de la exterioridad: no ir del discurso hacia su núcleo interior y oculto; hacia el corazón de un pensamiento o de una significación que se manifestarían en él; sino a partir del discurso mismo, de su aparición y de su regularidad, ir hacia sus condiciones externas de posibilidad, hacia lo que da motivo a la serie aleatoria de esos acontecimientos y que fija los límites. PARRET, De la semiótica a la estética (Creo que aquí coincidiría con la definición de discurso de Parret en tanto texto contextualizado, de este modo, el estudio de la exterioridad podría identificarse con el estudio de la instancia enunciativa)

Cuatro nociones deben servir pues de principio regulador en el análisis: la del acontecimiento, la de la serie, la de la regularidad y la de la condición de posibilidad. Se oponen como se ve término a término: el acontecimiento a la creación, la serie a la unidad, la regularidad a la originalidad y la condición de posibilidad a la significación. Estas cuatro últimas nociones (significación, originalidad, unidad, creación) han, de una manera bastante general, dominado la historia tradicional de las ideas, de donde, de común acuerdo, se buscaba el punto de la creación, la unidad de la obra, de una época o de un tema, la marca de la originalidad individual y el tesoror indefinido de las significaciones dispersas. (pp.43- 45). KRISTEVA (Creo que el concepto de condición de posibilidad se articularía bien con el concepto de significancia que acuña Julia Kristeva).

“Se considera contribución de la historia contemporánea el haber retirado los privilegios acordados anteriormente al acontecimiento singular y haber hecho aparecer las estructuras que se extienden sobre un amplio margen de tiempo.[...]no pienso que haya como una razón inversa entre localización del acontecimiento y el análisis que se extiende sobre un amplio margen de tiempo[...] La historia, tal como se practica actualmente, no se aleja de los acontecimientos, extiende por el contrario su campo sin cesar; descubre sin cesar nuevas capas, más superficiales o más profundas[...] Pero lo importante es que la historia no considere un acontecimiento sin definir la serie de la que forma parte, sin especificar la forma de análisis de la que depende, sin intentar conocer la regularidad de los fenómenos[...] Claro está que la historia [...] no busca ya comprender los acontecimientos por un juego de causas y efectos en la unidad informe de un gran devenir[...]. Es para establecer series diversas entrecruzadas, a menudo divergentes, pero no autónomas, que permiten circunscribir el <> del acontecimiento, los márgenes de su azar, las condiciones de su aparición.” (pp.45-47) RANCIERE, Los nombres de la historia[4].

“Las nociones fundamentales [...] Son las del acontecimiento y de la serie, con el juego de nociones que les están relacionadas; regularidad, azar, discontinuidad, dependencia, transformación[...] este análisis plantea problemas [...] si los discursos deben tratarse primeramente como conjuntos de acontecimientos discursivos, ¿qué estatuto es necesario conceder a esta noción de acontecimiento que tan raramente fue tomada en consideración por los filósofos? [...] ¿qué estatuto es necesario dar a ese discontinuo? [...] se trata de cesuras que rompen el instante y dispersan el sujeto en una pluralidad de posibles posiciones y funciones. [...] Es necesario aceptar la introducción del azar como categoría en la producción de los acontecimientos. [...]tratar [...] los discursos como series regulares y distintas de acontecimientos [...] permite introducir en la raíz del pensamiento, el azar, el discontinuo y la materialidad (p.47-49)

“Siguiendo estos principios[...] los análisis que me propongo hacer se disponen según dos conjuntos. Por una parte el conjunto <> que utiliza el principio de trastocamiento: pretende cercar las formas de exclusión, de delimitación, de apropiación [...] Por otra parte, el conjunto <> que utiliza los otros tres principios.[...] La parte crítica del análisis se refiere a los sistemas de desarrollo del discurso; intenta señalar, cercar, esos principios de libramiento, de exclusión, de rareza del discurso.[...] la parte genealógica se refiere por el contrario a las series de la formación efectiva del discurso: intenta captarlo en su poder de afiramción[...] el poder de constituir dominios de objetos, a propósito de los cuales se podría (sic) afirmar o negar proposiciones verdaderas o falsas


[1] En su Estética de la creación verbal. “[...] todo hablante es un contestatario, en menor o mayor medida: él no es un primer hablante, quien haya interrumpido por primera vez el eterno silencio del universo, y él no únicamente presupone la existencia del sistema de la lengua que utiliza, sino que cuenta con la presencia de ciertos enunciados anteriores, suyos y ajenos, con las (sic) cuales su enunciadodeterminado establece toda clase de relaciones (se apoya en ellos, problemiza (sic) con ellos, o simplemente los supone conocidos por su oyente.) Todo enunciado es un eslabón en la cadena, muy complejamente organizada, de otros enunciados.”(258).

[2] Las negritas y los cambios en el tamaño de letra son míos.

[3] “La retórica nació de los procesos a la propiedad. Hacia el año 485 a.C. dos tiranos sicilianos, Gelon y Hieron decretaron deportaciones, traslados de población y expropiaciones para poblar Siracusa y adjudicar lotes a los mercenarios; cuando fueron destituidos por un levantamiento democrático y se quiso volver al ante quo, hubo innumerables procesos pues los derechos de la propiedad estaban confusos. Estos procesos eran de un tipo nuevo: movilizaban grandes jurados populares ante los cuales, para convencer había que ser “elocuente”. Esta elocuencia que participaba a la vez de la democracia y de la demagogia, de lo judicial y de lo político (lo que luego se llamó lo deliberativo), se constituyó rápidamente en objeto de enseñanza. (p.12)

[4] Creo que Rancière es un autor que permitiría una buena articulación:

“No hablar del asunto. Hablar para explicar que no hay lugar para contar aquello que no tiene ya valor de acontecimiento significativo. Relatar este acontecimiento que es un no acontecimiento fuera del lugar en que habría debido ocurrir: desplazar un acontecimiento, colocarlo al final, en el borde del blanco que separa el libro de su conclusión, transformarlo en su propia metáfora. La muerte de... metaforiza la muerte rey muerto en su trono: el rey muerto con el que culmina el relato no es un rey en su lecho de muerte. Es un rey instalado en su trono o sentado a su escritorio. Es allí donde está metafóricamente muerto.

La tercera persona del relato: ausencia de persona. Si yo no narro, narro de quien no está. Cara a cara del historiador presente y el rey muerto. (Y más adelante leemos:) Todo acontecimiento, en los seres hablantes, está ligado a un exceso de la palabra bajo forma de un desplazamiento del decir : una apropiación “ fuera de verdad “ de la palabra del otro que la hace significar de otro modo que hace resonar en la vida cotidiana el lenguaje de las bellas letras.. Lo re-dicho, lo dicho fuera de contexto, fuera de lugar. “

“No cuenta el contenido del relato sino el sentido de su contenido. Deja abolido todo marcamiento temporal para absolutizar , en la frase nominal, el sentido del acontecimiento : efecto todo verdad : desaparecen las distinciones de tiempos, de modo, de persona que ponen a la verdad en cuestión relativizando el acontecimiento o la posición del narrador.

El juego de lo oculto y lo visible distancia entre esa doble ignorancia. Solo hay ciencia en lo oculto. Detrás de las palabras jamás hay sino palabras, ausencia que la literatura disimula. El juego de la letra agazapada asegura que las palabras jamás son “solo palabras”. No hay palabras sin cuerpo. Puesta en reserva de la palabra y un desplazamiento de su cuerpo. Puesta en reserva de la palabra : solo ellas _las madres cuya voz se ha perdido_ podrían decirlo. El condicional sitúa la queja de las madres _esa queja que la poesía de hecho no ha ceado de imitar_ en el orden de lo inimitable. La única que podría decir el dolor está ausente, muda. Ubicado bajo el signo de lo inimitable, el contenido de la narración recibe su marca de lo verdadero. EL sujeto que no se puede imitar se vuelve el garante de lo verdadero, testigo de que una palabra tuvo lugar, de que se expresó un sentido, mudo en lo sucesivo”.