lunes, 8 de julio de 2013

Carlos Chernov y Poe


El escritor Carlos Chernov nos envió un texto presentado en la Vigésima Feria del Libro, en Buenos Aires, en la mesa "Cómo escribo un cuento", el día 25 de marzo de 1994. El texto fue publicado en el suplemento literario del diario “Clarín” en el mismo año. Agradecemos su colaboración para nuestro blog.



Chernov habla de su cuento "La composición del relato" del libro Amores brutales y articula algunos conceptos de la "Filosofía de la composición" de Edgar Allan Poe.


EL HORROR



El cuento La composición del relato de mi libro Amores brutales alude a La filosofía de la composición, ensayo de Poe. El tema del cuento es el horror y el acto de escribir. Trata de un club cuyos socios juegan a imaginar narraciones a partir de pedazos de cadáveres diseminados ex professo por el campo. Como ciertos detectives y médicos forenses, se valen del método inductivo-deductivo propio de las ciencias naturales. El juego, un ejercicio necrofílico, consiste en reconstruir las circunstancias de la muerte; no interesa la historia de la persona, sólo el trance culminante del morir. En esto se comportan como las películas pornográficas y las de violencia: las historias son meros vehículos para alcanzar la evacuación final; a veces mediante la exposición descarnada de zonas anatómicas prohibidas, otras -al decir de Jacques Lacan- a través de "imágenes de mutilación, de desmembramiento, de dislocación, de destripamiento, de reventamiento del cuerpo,..."

La muerte es el momento en que nos transformamos de nuevo en cosa, el momento en que nos separamos de la palabra, es también el momento que suscita más palabras. En La composición del relato el narrador comenta: "El dedo, como todo resto humano -como la calavera a Hamlet-, invitaba a meditar. Pero él no cavilaba acerca del sentido de la vida y de la muerte, se preguntaba por cosas concretas". En La filosofía de la composición, donde analiza cómo escribió su poema El cuervo, Poe sostiene que la tristeza es el más auténtico y bello de los tonos poéticos, y que el tema más melancólico es el de la muerte de la mujer amada evocado por su amante desolado. El personaje de El cuervo interroga al pájaro acerca de su perdida Lenore, "...di a esta alma dolorida si algún día en el Edén besaré a la santa joven que Lenore llaman los ángeles". En cambio, en La composición del relato no hay historias de amor, la muerte no es abordada desde los afectos humanos, los personajes casi no tienen identidad, se los define por su raza, son meras funciones de soporte de la trama. El Edén de Poe, el reino de los muertos, actualmente ha retrogradado a reino de los cuerpos. La narración vaga alrededor de un resto anatómico, el punto de máxima condensación de nuestro ser material.

Ocurre que en esta segunda mitad del siglo XX la muerte y el mal se volvieron muy extraños. Soportamos la masacre industrializada del holocausto; asistimos a la bomba atómica que puede destruir al mundo por completo y mata de cáncer a gente aún no nacida; vivimos durante décadas signados por el oxímoron de la guerra fría; sufrimos la desaparición de las personas y el vacío emocional de guerras engañosas que sólo parecen ocurrir en la pantalla del televisor; se crearon neologismos como Ecocidio o Megamuertos. Poe atravesaba por tristezas exaltadas, a nosotros las formas modernas del horror, los excesos y sus cifras, nos dejan aturdidos. La muerte ha enfermado de tanta irrealidad que un pedazo de cadáver usado para inventar un cuento parece una necesaria vuelta a las fuentes. Poe escribió con la misma maestría relatos de horror y otros de lógica indestructible. Cuando, por sus cuentos de horror, lo acusaron de imitar a ciertos románticos alemanes el poeta respondió: "El horror no es de Alemania, es del alma". (Sin embargo, precisamente Alemania.) Tanto en la explicación de la escritura de El cuervo como un puro acto intelectual, como en la invención del cuento policial de razonamiento, reconozco en Poe a un hombre del Iluminismo; a pesar de su afición por el espanto creía en la inteligencia, a nosotros las obras de la inteligencia nos han desilusionado. Entre el universo de Poe y el nuestro media la distancia que va desde su Nunca más (Nevermore) por la amada muerta, hasta nuestro Nunca más de la CONADEP.


DIGRESIÓN TÉCNICA

Como en la época de Poe, vivimos dentro de los dominios de la razón, en el apogeo de la ciencia. Si una de las características más preciosas de la literatura es la verosimilitud, los escritores no podemos desconocer que las ciencias físico-matemáticas son la medida de verdad de todas las cosas, lo que no se acomoda a sus patrones de descripción no puede llamarse real. Su poder hipnótico es tan grande que ante ella todo el mundo suspende su juicio crítico. Si, para Heidegger, el lenguaje es la morada del ser; valga la paráfrasis, la ciencia es la morada de la certeza.

Cuando un escritor parodia los modos de la ciencia gana en verosimilitud, pero lo mortifican ciertos inconvenientes. La imitación del discurso científico supone un sacrificio: se debe renunciar a escribir y resignarse a ser meros redactores. El estilo de la ciencia pretende ser impersonal, desapasionado; postula la objetividad del observador, el desvanecimiento del autor. Redactar significa compilar, poner en orden, referir por escrito cosas sucedidas, acordadas o pensadas con anterioridad. Compilar es reunir en un solo cuerpo de obra partes, extractos o materias de otros varios libros o documentos. Proviene del latín, de cum y pilare, de pilus, pelo; quiere decir recoger pelo tras pelo. Compilar es pues formar un todo con pelos, noticias, datos etc... Si compilo no invento, refiero cosas ocurridas; parece que no miento.

Para los romanos los pelos eran las menudencias, las cosas de poca monta. Decían por ejemplo: Pili non facio, no me importa un bledo. E Cappadocia ne pilum quidem, no he recibido la menor noticia de Capadocia. O sea que compilar es coleccionar pequeñeces. En mi opinión esto es fundamental porque creo que el efecto de verosimilitud, en cualquier tipo de literatura, sea ésta de ficción o científica, se logra consignando los detalles menores, las trivialidades. Los detalles parecen desenmascarar el mecanismo íntimo de la experiencia; se los supone verdades secretas arrancadas a la materia, en el caso de las ciencias, y a la vida, en el caso de la literatura.



La filosofía de la composición es un elogio de la lucidez. Se trata de un texto curioso, en él Poe analiza -o finje analizar- paso a paso, la redacción de El cuervo. Según el poeta, su escritura fue un acto deliberado, dirigido a producir efectos precisos en el alma del lector. Dice: "... en ningún momento esta composición se debe, ya al azar, ya a la intuición: la obra fue adquiriendo forma gradualmente con la precisión y la consecuencia rígida de un problema matemático." Es obvio que hasta para el mismo Poe escribir supone ocasiones de inspiración, de llamado de la musa, de producción inconsciente combinada con trabajo intelectual. Sabemos que si lo que escribimos no nos sorprende no hubo escritura, que si uno piensa demasiado antes de escribir se queda con lo que ya sabía o, peor, llega al vacío de la interpretación. Y si bien creo que el análisis que hace Poe es, como dice Borges, extraño y nada convincente, advierto que esta idea de la composición como ejercicio matemático coincide con la etimología de la palabra cuento y con el sentido profundo del lenguaje.

Contar proviene del latín computare. Contar reconoce dos sexos bien diferenciados: cuenta y cuento, ya sea que se opere con números o con letras. Cuenta significa numerar las cosas. Cuento es la relación de palabra o por escrito de un suceso verdadero o fabuloso. Computare es el pensamiento; el rigor de las imágenes no es suficiente para pensar, pensamos en letras y números: unidades discretas, claras y distintas; aquello que puede ser dicho y, por lo tanto, fijado en un sistema de notación. Marcadas por la precisión de la lengua las ficciones deben ser operaciones exactas. Las ficciones acrecientan la capacidad representacional de una lengua, aumentan su inteligencia. Los cuentos y los poemas breves remedan mejor la forma acotada de las ecuaciones; los poemas extensos y las novelas impresionan como incurablemente laxos.

Poe afirma que compuso El cuervo como un problema matemático; suena chocante que transformara en frío cálculo el dolor por la muerte de su amada. Sin embargo, el pobre sólo trataba de aliviar su corazón. Ocurre que el mal, la muerte, arrasa con los frágiles significados que los humanos queremos darle al mundo. Frente al horror nos quedamos sin palabras. Justamente por eso escribimos, angustiados nos esforzamos por recuperar el sentido, la escritura es lenguaje cargado de sentido al máximo. Donde terminan las palabras comienzan las letras.

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