jueves, 9 de diciembre de 2010

La periodista Amalia Eizayaga y una mirada "desde arriba"





La vida desde arriba

SAN SALVADOR DE JUJUY.- Hace siete años elegí Jujuy para vivir. Vine aquí desde Buenos Aires, atraída por un amor, mi amor, y la expectativa de disfrutar de una vida más tranquila que la porteña. Jujuy se veía como un lugar donde formar una familia y poder, en los hechos, compartir tiempo en común.

Unos meses antes de mi llegada a esta bella provincia, un matrimonio de amigos escritores me invitó a su casa a almorzar. Allí me contaron su experiencia de venir de lejos y de elegir el interior, en lugar de la “gran urbe”. Me hablaron de una tierra que los cobijó y les permitió crecer y ver crecer a sus hijos. Pero me hablaron también de los mitos, de las dificultades; me previnieron de algunas rencillas pueblerinas y de que nunca perdería, para los demás, mi condición de “extranjera“ en mi propio país. Fue un encuentro que selló de alguna manera mi vida en esta ciudad y que demarcó un punto de vista que aún hoy perdura cuando me veo a mí misma circulando por las calles de un distrito en el que no nací.

“La vida acá se ve como desde arriba”, me dijo ella ese día, acompañando la frase con un gesto de su mano, cuando habíamos vuelto de su casa a la ciudad y caminábamos por la calle Belgrano, la principal. Ella sonrió con ganas y yo la imité como en un acto reflejo. Inmediatamente me propuse recordar aquella frase aparentemente inocente porque, intuía, tendría sentido para mí, más adelante. Claramente no hacía semejante declaración porque creyera que los demás, allá “abajo“, eran pobres mortales mientras ella gozaba de un estado de superioridad del pensamiento, me pareció. No era su estilo. Con el tiempo me di cuenta de que se trataba, sin dudarlo, de una experiencia geográfica, en la que las palabras habían sido atravesadas por el lugar de residencia y la altura sobre el nivel del mar, como si el mundo no fuera redondo sino plano y estuviera -mágicamente- de pie. Como estamos los humanos.

Mirar “desde arriba” era -o es para mí, hoy- ir desde el Norte hacia el Sur, desde el interior del país a la capital, quizás; era -o es- poner al lugar no observado por otros lugares en el rol del observador puro. Era también mirar desde las elecciones personalísimas de qué sería lo importante y qué perdería relevancia a lo largo de los años. Todo, marcado por la geografía. Desde aquí los días se veían más simples, había otros tiempos; la vida que alguna vez ellos y yo habíamos vivido en la “gran ciudad”, donde pasamos nuestra infancia sin conocernos, donde la cultura y la inseguridad convivían y aún hoy conviven naturalmente, tenía otros apremios.

San Salvador de Jujuy comenzó a ser, entonces, una experiencia rara. Mis primeros contactos con la ciudad fueron contradictorios. Amaba las afueras, la Quebrada, la Puna y todo lo que había recorrido -unos muchos kilómetros- antes de elegirla. Amaba la cercanía de todo y que, en apenas unas pocas cuadras, pudiera resolver cuestiones tan básicas como los pagos, las compras, los trámites, los cafés. Pero me molestaba chocarme con la gente por las veredas estrechas, la basura tirada, los olores evitables, los paisajes desaprovechados, los peatones irresponsables y los automovilistas desaprensivos. Me sorprendía que muchos me reconocieran por la calle apenas llegada. Me molestaba la falta de anonimato; era para mí extraño salir a comer y ver que, en la mesa de al lado, y en la otra, y en la otra, muchos sabrían de mí. Añoraba -qué ilógico, pienso ahora- ser una más en el montón como me sucedía en esos bares porteños que visitaba casi a diario. Me dolía -y aún duele- la pobreza, en su interpelación permanente.

Al llegar intenté zambullirme en la literatura local. Así dí con una frase del escritor Raúl Galán, citada en reiteradas ocasiones por Héctor Tizón que transcribo en forma libre: en Jujuy, los pecados capitales los vemos caminar por la calle y tienen nombre y apellido. Sonreí cuando la leí. Lloré cuando descubrí su verdad universal.

Tengo ya tres hijos que nacieron aquí; la mayor de ellas, un 23 de agosto, fecha que, para mí, se convirtió en una señal de jujeñidad futura.

Me sigo preguntando de qué se trata aquella idea de “mirar desde arriba” que aún da vueltas por mi cabeza. Hoy, a siete años de haberme radicado aquí, creo que ese mirar es una oportunidad de no dar nada por sentado. Nacer en un lugar no implica asegurarse el futuro; elegir ese lugar, tampoco. De nada sirve que pasen los días si uno no puede tomar distancia de sí mismo y, desde otro lugar, mirarse, observarse a uno mismo y a su entorno. Y tomar decisiones.

Confieso que muchas de aquellas cosas que antes me molestaban de Jujuy hoy me encantan. La principal, creo yo, es saludar gente por la calle y tener la posibilidad de circular reconociendo a otros y que me reconozcan y armar rompecabezas con historias de carne y hueso. No tener nada que ocultar y poder mostrarme tal cual soy, con mis aciertos y enormes desaciertos. Pero sabiendo que puedo “mirar desde arriba”, es decir, que puedo despegarme de mí misma y cuestionar mi forma de vida y la de la ciudad que elegí como propia, con el solo fin de buscar una vida más plena. La geografía y la altura me invitan a hacerlo.

Agradecemos a Amalia Eizayaga este conmovedor y sutil artículo para nuestro blog.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Nuestro invitado, el poeta Jorge Boccanera, presenta una antología de Antonio Cisneros






*Antonio Cisneros: Ironía y trama dialogada

por Jorge Boccanera


*Prólogo a la Antología Poética que la editorial LOM de Chile le
acaba de publicarle al poeta peruano, en razón de haberse adjudicado este año 2010 el Premio Iberoamericano de Poesía “Pablo Neruda”.

Un coloquio urbano volcado al gesto irónico, la mirada escéptica y un hablante precario, refractario a certezas y a dogmas, moldearon la experiencia poética del peruano Antonio Cisneros (1942), que se recorta, hoy por hoy, como una de las voces más originales y de mayor presencia a nivel hispanoamericano.
La singularidad de su poesía se arma en el apunte pormenorizado –diario de viaje, balance, crónica, anecdotario, anotaciones al margen- de una sobrevivencia repujada en imágenes que abrevan por fuera del repertorio de analogías transitadas y con una marcada impronta visual.
Hay un montaje “Cisneros”, entre el ámbito doméstico individual y lo histórico social, en el cual las partes muestran diferentes texturas y relieves; en esta orquestación de planos, el relato de lo cotidiano se alterna con diversas voces que aportan datos y comentarios, mientras el telón de fondo lo ocupa un rumor; apuntes fragmentarios de la historia que llegan con sonidos de tambores de guerra y postales de ciudades amuralladas, carromatos y catapultas. La voz que se tutea con la historia la reinterpreta y la rescribe, a la vez que da rango de trascendente a lo habitual y cotidiano, hace arqueología, desentierra las batallas pasadas y da voz a sus muertos. El juego entre lo actual y lo remoto superpone elementos disímiles: grúas, licuadoras, automóviles, cajas de Corn Flakes, secadoras de pelo, veloces alfa romeos y vestidos sintéticos, conviven con ejércitos romanos, castillos, cascos normandos y ballestas.
Su temática abarca esa historia revisada y la genealogía familiar, más el viaje, el desamparo, la usura y un amor sin afectaciones, en tonos de sorna. El poeta rebusca símbolos en un amplio catálogo de animales y platos de comida, en un registro siempre quebrantado en clave de parodia y, en ocasiones, portando títulos que aluden a la arqueología, la sexología, la botánica, la literatura, la biología, la enseñanza, etc.
Ya desde sus primeros libros, Destierro (1961), David (1962) y Comentarios reales (1964), Cisneros optó por un camino propio, alejado tanto de una poesía social realista maniquea como de una tendencia neosimbolista afrancesada, asumiendo una línea por fuera de los planteos dicotómicos entre claridad y hermetismo. La integración de distintas épocas y mundos culturales, sobre todo en Canto ceremonial contra un oso hormiguero (1968), Agua que no has de beber (1971) y Como higuera en un campo de golf (1972)- va de la mano de un cruce de discursos que el mismo autor llamó “mescolanza”: crónica, salmodia, anónimo tradicional quechua, epigrama latino, jerga ciudadana, cartas, cifras, letras de canciones, etc.
Cisneros se aparta de la metáfora y se acerca a la composición visual que emerge de un símil entre cosas concretas; todo se contrasta, deduce y define en las cadenas de comparaciones. Algunos ejemplos: “Y ahora ves las cosas más claras que el lomo de un lenguado entre la red/ más que un gallo lavado por las aguas hirviendo”; también: “la barriga/ abundante/ blanda/ desparramada como un ramo de flores baratas”, y: “ese taxi brillante como hoja de afeitar”.
El fraseo apoyado en la narratividad, se disloca de los moldes habituales en un dialoguismo singular que incorpora el interlocutor a la mano, el tono reflexivo, el enfoque directo, más los préstamos de la intertextualidad y la descripción pormenorizada, en un estilo lacónico que recuerda a la novela negra.
Pienso en Cisneros -sobre todo por su prosaísmo y su cuerda conversacional- como emergente de aquella “Otra Vanguardia” (1) que según José Emilio Pacheco irrumpió en los años ’20, alejada de los ismos europeos y deudora de la New Poetry norteamericana, y que inicia con El soldado desconocido (1922) del nicaragüense Salomón de la Selva, y las primeras traducciones de poesía norteamericana. El mismo poeta peruano refiriéndose a las vecindades e influencias, menciona una temprana inclinación por la poesía anglosajona (común, por otro lado, a otros vates de su generación), sobre todo Ezra Pound, T. S. Eliot y Robert Lowell (yo agregaría a Whitman por el lado de las enumeraciones), más las lecturas de la beat norteamericana y la pop inglesa. Al parecer, encontró en el verso expansivo, coloquial, flexible de la poesía en lengua inglesa, una forma de respirar y de exponer sus obsesiones. De esta poesía lo atrajeron, dice: “una frescura, un verdor, un gusto por la imagen y no por la metáfora, la cotidianidad, el humor, un poderoso elemento narrativo y al mismo tiempo la densidad de lo sencillo”.
El poeta indagador de doctrinas secretas ha dejado su lugar a un “yo oblicuo pero autobiográfico” que se desplaza “entre los discursos de nuestro tiempo” -según el crítico Julio Ortega-, y “desde un centro-desplazado”, “busca corroer los mitos”, con “una innata desconfianza ante las retóricas consagradas por el uso” (2). Más que intérprete del universo, es ahora un ser transitorio, ese hombre medio perdido en la multitud entre los sonidos de la calle y el destello de los avisos publicitarios. Sobre aquella “Otra Vanguardia” (en la que el peruano vibra junto a las voces de los nicaragüenses Joaquín Pasos y José Coronel Urtecho) advierte Pacheco un corrimiento del sujeto poético: “El primer desplazamiento lo sufre la representación del poeta mismo como hablante. A la máscara triunfalista del Creacionismo o el Estridentismo, al poeta como ‘mago’ se opone la figura del bufón doliente y el ser degradado”. (3)
En la obra que nos ocupa, la ubicación en ese espacio movedizo provoca un cambio en las valencias; el lenguaje se disloca en remedo y pastiches. Cisneros, además, da paso a un yo poético socializado que permite traspasos de voz rastreables en Comentarios reales, Monólogo de la Casta Susana y sobre todo Crónica del niño Jesús de Chilca, donde toman la palabra el cronista y los ancianos de la aldea. En este último libro: “la voz colectiva de la comunidad y la voz de los ancianos presentes en el texto presentan un testimonio que es, al mismo tiempo, un viaje al pasado a través de la memoria”. (4).
(Pero) Al autor de Cómo higuera en un campo de golf no sólo lo imanta la oralidad de esa “Otra Vanguardia”, sino que además muestra contigüidad con otras experiencias de ruptura, como la del narrador chileno Juan Emar, que en los ‘30 posiciona un hablante que viene a “desautorizar y suplantar” la figura del héroe de la narrativa tradicional y que hace el recuento “de sus experiencias, muchas veces cotidianas y nimias”. El perfil de Emar –quien se mueve entre “el viaje, el hastío, la fuga y el deseo”, y sus personajes urbanos viven “la transitoriedad del presente” y una “extrañeza del mundo” (5)- se sobreimprime con el de Cisneros. También las ajustadas descripciones, los comentarios al margen, el humor, la pausa reflexiva, las imágenes visuales y a ratos la figura del flaneur, acercan ambos mundos.
Podría decirse, con razón, que Cisneros encaja mejor como un testigo que deambula por los márgenes, por los espacios de zozobra - “habito como un gato en una estaca rodeado por las aguas”- sitiado entre una historia que arroja sus muertos en distintas orillas y un devenir que hace rato cambió sus promesas por advertencias. Frente a la gigantesca rueca de moler anhelos (“modernización” que lo degrada todo, codicia, especulación, que Cisneros rotula como “mercaderes”, “negocios y matanzas”, hay un refugio en lo primigenio: el hogar en torno a una fogata redonda y amarilla. Lo que acecha, y que nombra como peste, es un revoltijo de difuntos, basura, óxido y nidos de ratas hirviendo en los rincones; mientras que aquello que restaña y armoniza será considerado “amable”, “ordenado”, “brillante”, “fuerte”, “limpio. Esto último remite a uno de los símbolos de mayor presencia en esta obra: el agua (“el mar lo lava todo”), que sana, purifica, repara y une, pero que también provoca cataclismos. Es, además, el espacio del recuento: “Qué se ganó o perdió/ entre las aguas/ Acuérdate, Hermelinda, acuérdate de mí”.
Muchos símbolos de esta poesía habitan en las cuevas de un zoo generoso y diverso; ese “malestar” que Julio Ortega, define lejos de la “fábula moral” y cerca “de una exasperada y pesadillesca fractura de lo cotidiano” (6). Cisneros, quien en Canto ceremonial contra un oso hormiguero incluyó el apartado “Animales domésticos”, y que tituló a una de sus antologías A cada quien su animal, señaló: “Trabajo mucho con animales porque no me gustan. Es una especie de zoofobia sublimada”. Ese bestiario que provoca “terrores subconscientes”, sirve aquí a efectos de una confrontación: el hablante deberá medirse constantemente con esos animales que asumen las más diversas representaciones.
Hay que decir que si bien muchos textos de Cisneros están atravesados por una mirada crítica, en sus libros domina un tono escéptico; una especie de spleen baudelaireano (de nuevo Emar) en tanto desinterés, aburrimiento, descreimiento, tedio salvaje. Escribe: “No hay días venideros, apenas un tranvía cargado de borrachos/ como un carbón prendido entre la niebla”; “Señor, qué oscuridad”. Es la angustia de quien ya no halla respuestas: “a las inmensas preguntas celestes”. El tema desemboca en una fe religiosa que oscila entre aquello que se alza, “engorda”, crece como la hierba, y aquello que se derrumba: “Aunque me he reconvertido, mantengo de todas maneras una distancia escéptica”, señala el poeta, quien certifica que se formó en un hogar y un colegio católicos. Y agrega: “Siempre he tenido un punto de vista religioso, inclusive en Comentarios reales hay unos poemas blasfemos. Pero de hecho, para tener un espíritu blasfemo hay que tener un espíritu religioso. Después fui cayendo en el hedonismo, el escepticismo, pero no en el ateísmo que es otra forma de la militancia”. Como oraciones o invocaciones a “los dioses”, esa religiosidad atraviesa libros como David, El libro de Dios y de los húngaros y Crónica del niño Jesús de Chilca, hasta llegar a uno de sus últimos poemas, “El boquerón de Pucusana”, de Un crucero en las islas Galápagos (subtitulado, Nuevos cantos marianos), donde brinda un recuerdo de infancia: el niño a punto de arrojarse al mar por ver si lo salva la virgen: “Yo pedía un milagro. Tan sólo un milagrito”.
El escepticismo de Cisneros –a mi ver, más suspicacia que indolencia- estaría en un modo de observar la realidad que se articula a lo irreverente logrando un extraño equilibrio entre lo emotivo y lo racional. Ese lugar de prevención (“no creo en los principios inmutables ni en la estúpida solemnidad de las cosas”, sostiene), se da en la misma línea mordaz que viene, entre otras influencias, de Bertold Brecht “y su gran capacidad irónica”. En esa cuerda se acerca además al tono zumbón del colombiano Carlos Luis “el Tuerto” López, a la mirada corrosiva del argentino Nicolás Olivari y al estilete satírico del mexicano Salvador Novo. A este respecto hay que puntualizar que una lírica hispanoamericana envarada muchas veces en tonos de tiesura y altisonancia, encuentra un antídoto en los textos de Cisneros, que decididamente van por fuera de todo tipo de empaque.
Se hace justicia al otorgarle a Cisneros este Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, por su fuerza expresiva que resulta del armado de una trama dialogante a cargo de un hablante periférico, y el modo de orquestar lo colosal y lo nimio con un gran ramaje de imágenes “palpables”. Sus poemas no llegan al lector como certezas, sino en claves de dilema; son verdades astilladas que aspiran a reunirse entre vientos contrarios y procuran un sitio donde instalar sus desesperos; son poemas que interrogan sobre cómo vivir y, sobre todo, que preguntan sobre cómo nombrar.


Notas

1-José Emilio Pacheco, “La Otra Vanguardia”, revista Crisis Nº55, Buenos Aires, noviembre de 1987.
2-Julio Ortega, prólogo a Antonio Cisneros. Poesía reunida, Editorial Perú, Lima, 1996.
3-José Emilio Pacheco. ob. cit.
4-María Luis Fischer, “Antonio Cisnero, la otra versión de la historia”, en Historia y texto poético, Lar, Concepción, Chile, 1998. Sobre el tema ver además: Antonio Cornero Polar, “Cisneros, la socialización del poema”, en Hueso Húmero Nº14, Lima, 1982.
5-Cecilia Rubio, “Juan Emar y la novela Ayer en la vanguardia chilena”; estudio que hace las veces de prólogo a la reedición de Ayer por la editorial Final Abierto, Buenos Ares, 2010.
6-Ortega. ob. cit.

*Todas las citas de Antonio Cisneros pertenecen a una entrevista de Jorge Boccanera, inédita.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Colabora hoy, la poeta Marimé Arancet




Agradecemos a Marimé Arancet por su colaboración con nuestro blog.





Señales de humo sacrificial





hundirse en el colchón
como en el agua
blanda
como en la sombra
de este árbol
donde colgar
los collares[1]
mil collares
uno a uno
cadenas bolitas cuentas
el viento hace tintinear
las ramas
colgar zapatos
y hundirse
en un hueco catalejo
a la distancia
mapas de lo que no es
de lo que no fue
páginas
que hacen de cama
del pensamiento pasado
de la esperanza caída
con las cuentas por pagar
gas teléfono luz y agua
cablevisión internet
con las cuentas del rosario
y seguir
hundiéndose
en una arena
de pies del todo quemados
como las naves
las nubes
mar
en torno
colgar las manos la lengua
el útero
que suena con los collares
sutiles
ornamentales
brillantes
colgar piernas
ya cansadas
alianzas pechos caderas
y juntar
fotos abrigos camisas
en el árbol
y ser
nada
quien fabrica
mulier faber
una pira de esta historia
prender fuego
con sulfuro de antimonio
con la piedra del naufragio
con las cartas archivadas
con los dientes de insistir
y dejar que el humo[2] suba
la bandera nebulosa
de la ardiente
oscura
blanca
rendición



Entrenamiento de la apnea


-INHALAR Y SOSTENER-

bajo los árboles
de este proyecto
de ovarios
de hogazas
de ordeñe
te canto
sin respirar
ni mirar
dos minutos
fondo de taxis en fuga[1]
sin vientos
ni percusión
un réquiem
de vivos ausentes
empiezo
con el De profundis
termino
con el Dies irae


-INHALAR MÁS PROFUNDAMENTE Y SOSTENER MÁS-

aunque digan
que es el signo
de senderos
bifurcados
huella de gallo
árbol seco
esta noche
me tatúo
con pinzas
de depilar
el símbolo de
la paz
ni un quejido
dos minutos
junto a la areola
intocada
hace eco
ni contraste
al tierno pezón
izquierdo
amuleto
o talismán
que apacigüe
oxitocina
que me endulce
la leche
que suspenda los
trapecios
para los hijos
para los hijos
para los hijos
por venir

[1] La fuga, además de una estrategia animal de defensa, es una forma de construcción musical. Su composición consiste en el uso de la polifonía vertebrada por el contrapunto entre varias voces o líneas instrumentales. Una pequeña fuga se llama fughetta (no confundir con fugazzeta) o ‘coraje interrumpido por supervivencia’. Desde la faz musical, su práctica puede evitar exabruptos y accidentes, lo mismo que la huida.


[1] Collar (del lat. collāre, de collum > ‘cuello’). Adorno que ciñe o rodea el cuello, zona particularmente vulnerable por ser el pasaje necesario entre cabeza y resto del cuerpo. Los collares destacan el cuello y, al mismo tiempo, lo protegen; o bien, todo lo contrario: lo ponen en riesgo por ser probables instrumentos de ahorque.

[2] El humo es una suspensión en el aire de pequeñas partículas sólidas que resultan de una combustión. Son generalmente cenizas o restos del material combustible, a veces no terminado de quemar; restos que, por acción de su peso y de un mínimo de circulación de aire, se desplazan de forma visible y aérea, impidiendo ver más allá. El humo tiene usos comunicativos, adivinatorios y, desde ya, sacrificiales. También es agente benéfico y compasivo en las causas inquisitoriales que terminan con muerte en la hoguera.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Reflexiones desde casa




LA LITERATURA EN LOS BLOGS: LAS RELACIONES ENTRE EL AUTOR,
El TEXTO Y EL LECTOR SE RENUEVAN


La profesora Sandra Pamela Stemberger colabora con su trabajo realizado en nuestras cátedras de la Licenciatura en Letras.

Introducción
Los medios virtuales constituyen una nueva forma de relacionarse con los textos literarios, son espacios donde se establecen otros tipos de vínculos entre los escritores y los lectores (diferentes a los que se dan entre el lector de un libro y su autor) de forma que se construyen puentes que facilitan el intercambio de opiniones. Hoy en día muchos escritores profesionales o novatos eligen los blogs para publicar sus escritos y también para publicar pinturas, dibujos y fotografías de su propia autoría o de otros artistas. De esa manera, crean un sitio, un espacio virtual en el que conviven diferentes expresiones artísticas con otras formas cotidianas como los comentarios, las opiniones, los elogios, los insultos, etc.
A lo largo de este trabajo abordaremos cómo se actualizan los términos autor, texto y lector y las nuevas relaciones que se dan en los medios virtuales, más concretamente en los blogs, ya que las nociones “tradicionales” de autor, texto y lector se modificarían en los ámbitos virtuales debido a la convivencia de textos pertenecientes a diversos géneros literarios y artísticos (fotografía, pintura, caricaturas, etc.) y debido a nuevos tipos de interacciones entre los escritores, sus lectores y los textos.
Para lograr comprender para qué, por qué y cómo cambiarían las formas “tradicionales” de interacción, de lectura y conformación de los textos recurriremos a textos ya clásicos en los estudios literarios como El susurro del lenguaje de Barthes, Estética de la creación verbal de Bajtín, El orden del discurso de Foucault, entre otros, pues a pesar de abordar un campo tan nuevo y heterogéneo como los blogs, aquellos textos teóricos son iluminadores para analizar las nociones de autor, texto y lector y sus nuevas implicancias en los medios virtuales.

Desarrollo
El blog, ¿un nuevo género literario o un nuevo soporte virtual?
El término “blog” proviene del inglés weblog. Web significa “tejido, red o telaraña” y log, “diario, registrar o anotar” pero, a la vez, log proviene de logbook que significa “cuaderno de bitácora”. Como suele suceder con las palabras que están constantemente en uso en internet, la palabra weblog cambió y se contrajo hasta quedar de ella tan sólo blog. Resulta interesante ver a los blogs como redes conformadas por una gran variedad de textos escritos e imágenes y, a su vez, considerar a cada blog como un nodo de una gran red virtual, en donde mediante enlaces (links) se ponen en contacto en esa blogósfera.
Los blogs en los que hoy en día se publican textos literarios se acercarían al objetivo primigenio con el que fueron usados en un primer momento que eran una especie de diario de asuntos personales y diario de noticias políticas, deportivas, de arte, etc. Es decir, los blogs en los que se publican textos de diferentes géneros literarios se distancian de otros en los que sólo se publican links para bajar música y libros, fotografías, recetas de cocina, noticias, entre un sinfín de objetos (que poseen un valor para alguien que, a la vez, desea compartirlos con “los demás”) pero también hay blogs en los que las diversas expresiones artísticas conviven y de esa forma se generan controversias en las que se plantean si los blogs son nuevos géneros literarios o llegarán a serlo en un futuro cercano. En una entrevista concedida al diario El país en el 2008, el escritor boliviano Edmundo Paz Soldán brinda su opinión sobre los blogs y sostiene lo siguiente:
“(…) hoy, gracias a internet y las facilidades tecnológicas del ordenador, ha aparecido el blog como un nuevo género literario; una nueva generación de autores lo utiliza como parte fundamental de su proyecto narrativo, a la vez que busca incorporar en su escritura procedimientos aprendidos en la diaria convivencia con los medios y las tecnologías emergentes. (…) El formato blog es nuevo, pero el lenguaje todavía pertenece a otro medio y a otro género. El blog que utiliza las múltiples posibilidades interactivas de internet es el que se anuncia como un nuevo género literario.”
En un primer momento Paz Soldán afirma que el blog es un nuevo género literario aunque “el lenguaje todavía pertenece a otro medio y a otro género”. En este sentido, es contradictorio y no queda claro qué es lo que entiende el escritor por género literario. Cuando Bajtin plantea “El problema de los géneros discursivos” sostiene que éstos son “(…) tipos relativamente estables de enunciados (…) [y que] La riqueza y diversidad de los géneros discursivos es inmensa porque las posibilidades de la actividad humana son inagotables (…)”. Más adelante explica que existen géneros discursivos primarios y secundarios, en los primarios incluye las conversaciones cotidianas, las cartas, las órdenes, etc. y en los secundarios aglutina aquellos enunciados que requieren una mayor elaboración y, por ello, son más complejos: los géneros literarios, científicos y periodísticos. También sostiene que en un género discursivo secundario están presentes géneros discursivos primarios, por ejemplo, en una novela se incluyen cartas, charlas u órdenes, entre otras expresiones de la vida cotidiana. Por lo tanto, para nosotros los blogs no constituyen un género discursivo primario ni secundario y no son un nuevo género literario como afirma Paz Soldán. Sino que consideramos que los blogs son soportes virtuales, así como el libro es un soporte concreto y no por ello es un género en sí mismo.
Los blogs sirven para publicar enunciados que pertenecen a los géneros primarios y secundarios, es decir, los blogs son los soportes en los que un escritor puede publicar sus textos pertenecientes a diversos géneros literarios, ya sea a la narrativa, la lírica o la dramaturgia, como así también los comentarios de sus lectores, opiniones personales, saludos, encuestas, pedidos, elogios, insultos, entre otros enunciados. Debido a esto, insistimos, los blogs tan sólo funcionan como soportes, así como lo es el papel; en los blogs todo está colgando de una gran red virtual.



Un tejido virtual y heterogéneo: “un significante remite a otro significante”
En el capítulo de Bajtín que citamos anteriormente, él también sostiene: “(…) pero hay que señalar que un uso libre y creativo no es aún creación de un género nuevo (…)”. A pesar de no constituir un nuevo género literario, estos medios virtuales sí influyen en la forma (en la “conformación”) de los textos que se publican en los blogs ya que generalmente están acompañados por fotografías, dibujos, colores, opiniones de lectores y muchos más elementos paratextuales que provocan que un significante conlleva a otro significante y así sucesivamente.
Cuando entramos a un blog no sólo nos posicionamos frente a un enunciado escrito sino también ante otras expresiones como el dibujo, la pintura, la fotografía e, incluso, la música. La relación entre las distintas expresiones artísticas es un estímulo mucho más fuerte para los sentidos del lector que debe interpretar y entablar relaciones entre los discursos escritos y las imágenes. Al respecto, podríamos hablar de una “vuelta a la Edad Media” en dos sentidos, el primero lo desarrollamos en este apartado y el segundo en el siguiente. Nos parece que los textos que se plasman en los blogs son como los de la Edad Media porque los textos escritos en los libros eran acompañados con guardas y dibujos que servían para explicar y ejemplificar lo que en el discurso se decía. Y, justamente, eso es lo que también sucede en los blogs. Los poemas, cuentos, entrevistas, obras de teatro, etc. están rodeados de fotografías, pinturas, dibujos, links que llevan a otros blogs, biografías de los autores de los blogs, frases o comentarios tomados de aquí y allá, propagandas, fechas de futuras presentaciones de obras de teatros o libros, etc. El escritor puede elegir acompañar a su texto con una pintura o fotografía que añade más significados a su texto o viceversa, el texto escrito puede ser el que amplifique los significados de la imagen. Es interesante observar cómo un significante remite a otro significante en cuanto las palabras escritas y las fotografías y dibujos los que se presentan ante nuestra vista como todo un conjunto al que el lector debe dotar de significados. La hipertextualidad es una característica de los blogs ya que éstos son soportes que reúnen en sí mismos textos de diversos géneros discursivos (literarios, periodísticos, científicos, cartas, comentarios, etc.) y de otras ramas artísticas.
Escritor, lector… y seguidor
La escritura es ese lugar neutro, compuesto, oblicuo, al que van a parar nuestro sujeto, el blanco-y-negro en donde acaba por perderse toda identidad, comenzando por la propia identidad del cuerpo que escribe.
Roland Barthes
Todas aquellas personas que ingresan a un blog y son sus lectores, también pueden ser parte de una categoría llamada “seguidor”. Una persona que siempre ingresa, consulta y comenta las publicaciones de determinados blogs puede recibir en su correo cada actualización o publicación nueva si hace click en la opción para hacerse seguidor de esos blogs a los que lee de forma asidua y, de esa manera, está continuamente informado sobre los textos que el escritor cuelga en la red. Por lo tanto, la categoría de “seguidor” señala a un tipo de lector que navega por determinados blogs, lee los textos que allí se publican, está dispuesto a ser informado sobre cada nueva actualización y también a comentar esos blogs que consulta con frecuencia.
José Luis Orihuela, un escritor argentino radicado en España, ha escrito sobre los blogs en general y clasifica a sus lectores en tres categorías: 1) los lectores “turistas” que no son lectores habituales de un blog, 2) los lectores “parroquia” que son fieles seguidores y comentaristas de uno o varios blogs, 3) los lectores “surfers” que llegan a un blog mediante un enlace en otro blog o página web, son lectores que arriban buscando una información o texto específicos y no son fieles seguidores de un blog en particular. Más allá de que sean interesantes las denominaciones, consideramos que los “turistas” y los “surfers” pueden integrar una sola categoría ya que las distinciones entre ellos no son taxativas. Sin embargo, los lectores que se identifican como “seguidores” de un blog, sí corresponderían con los lectores “parroquia” de los que habla Orihuela.
En los blogs en los que se publican géneros literarios, como así también otras expresiones artísticas, el lector y seguidor además de tener conocimientos básicos de informática o de cómo ingresar a un blog, debe tener ciertas competencias literarias, lingüísticas, gramaticales, etc. Por lo tanto, el lector de un blog en el que se cuelgan textos literarios debe poseer ciertas aptitudes que le permitan valorar los textos, realizar diversas correspondencias con otros textos y responder a los estímulos visuales de manera que pueda ser capaz de hacer comentarios y apreciaciones. El rol del lector y seguidor de los blogs es activo, lee y significa no sólo los textos escritos, los enunciados, sino también las imágenes y comentarios que a veces los acompañan. Se entabla así un feedback, una relación de ida y vuelta que posibilita el diálogo entre escritores y lectores.
En El susurro del lenguaje, Roland Barthes dice que la crítica clásica no se ocupaba del lector, mientras que a partir de mediados del siglo XX, el lector se ha constituido como “(…) el espacio mismo en que se inscriben, sin que se pierda ni una sola, todas las citas que constituyen una escritura; la unidad del texto no está en su origen, sino en su destino (…) [el lector] es tan sólo ese alguien que mantiene reunidas en un mismo campo todas las huellas que constituyen el escrito.” A la luz de estas palabras de Barthes podemos ver al lector de un blog literario, como un sujeto que reúne en sí mismo, por medio de la lectura, todo un campo de significaciones posibles gracias a las relaciones que entabla con los textos leídos anteriormente en el formato libro o en otros medios virtuales, con su bagaje cultural, con su concepción de literatura, de arte, de cultura, etc.
En 1979, el escritor y crítico Anderson Imbert dijo, en un acto académico, lo siguiente:
“El escritor, hoy, lanza obras a medio hacer precisamente para que el lector las termine de hacer. Son (…) obras en movimiento, cuyas estructuras móviles invitan a múltiples reacciones e interpretaciones. (…) el lector parece ser un co-autor. Parece, parece, parece… Pero la verdad es que el lector colabora con el escritor cuando el escritor lo deja colaborar. (…) quiera o no quiera, el lector tiene que acomodarse a un texto pre-establecido.”
Con estas palabras obviamente no se refiere a los textos literarios que circulan por la web, sino a aquellos textos como Rayuela o 62: modelo para armar, ambas de Julio Cortázar, que le dan al lector cierta libertad para que decida cómo quiere leerlos, qué recorridos desea tomar. Pero esto también puede ser aplicado a lo que está sucediendo con los textos publicados en los blogs. Este nuevo soporte virtual permite que se construya una relación de intercambio de opiniones y valoraciones entre el escritor y el lector. Un escritor que tiene un blog puede publicar un texto terminado para que el lector lo lea, lo escudriñe y comente pero, a la vez, puede modificar o no su texto en base a los consejos o señalamientos recibidos; aunque también puede invitar al lector a continuar con la escritura de un texto hasta terminarlo en conjunto con otros lectores (pero no olvidemos lo que dice Anderson: “el lector colabora con el escritor cuando el escritor lo deja colaborar”, al fin y al cabo, es el escritor de carne y hueso el que decide qué publicará y si considerará o no las opiniones recibidas). Esto distancia claramente al soporte “blog” del soporte “libro”, la publicación en un blog le da la oportunidad al escritor de corregir sus propios textos y cambiarlos cuando lo desee e incluso publicar las diversas versiones de un mismo texto. Mientras que esa corrección no es posible en una obra publicada en papel, ya está terminada y el lector no puede cambiar nada de ella ni dar sus opiniones al respecto en el mismo libro. Un lector que tiene un libro entre sus manos, generalmente no puede aproximarse al escritor de ese texto para darle su opinión. Por ello, sin duda alguna es un punto a favor de las publicaciones literarias en los blogs que el escritor no esté lejos, sino que se vincule con sus lectores (si éstos así lo desean) y con otros escritores que también publican en blogs, de manera que se conforma una blogósfera, un espacio virtual constituido por varios blogs que se relacionan entre sí mediante enlaces (un blogs lleva a otro y así sucesivamente).
Este medio digital propone muchas lecturas y recorridos posibles cuando nos adentramos en un mar virtual y navegamos de puerto en puerto (de blog en blog) siguiendo una estela, buscando el placer de la lectura. Sobre esta dinámica que proponen los blogs pero también otros espacios virtuales como las notas que se publican en Facebook o en páginas webs, Belén Gache señala:
“Cada dispositivo genera sus formas de contacto con el receptor (con el lector, en este caso). Contrariamente a la recepción del objeto libro, presentado como un ente fijo y autónomo, con un necesario principio y un fin, los medios digitales aparecen abiertos e interconectados con otros textos. No se trata aquí de textualidades planteadas a partir de un principio, un medio y un fin, siguiendo el tradicional modelo aristotélico, sino de escrituras multilineales, que permiten diferentes posibles recorridos de lectura y donde ninguna lectura es necesariamente la autorizada. La capacidad interactiva del medio borra la rígida frontera planteada por la imprenta entre escritor y lector.”
La publicación virtual es la oportunidad que tiene el escritor para compartir y socializar sus escritos como así también recibir comentarios sobre ellos y ponerse en contacto con los lectores. Esta nueva forma de interacción fluida entre el escritor y sus lectores no es posible mediante la publicación de una obra ya impresa, terminada y depositada en las librerías y bibliotecas; obras listas para ser leídas tal cual te lo propone su autor. En un blog en el que se publican textos de géneros literarios la cuestión es distinta, la relación se estrecha y los recorridos que se pueden realizar son diversos, para que el internauta/lector/seguidor vea qué estela o huella seguirá en ese mar discursivo y descubra nuevas maneras de leer y zambullirse en los diversos géneros que se publican digitalmente. Podemos ver que la noción de autoría cambia, no es la misma que rige en relación con el libro.
En este sentido anteriormente decíamos que podríamos hablar de un “regreso a la Edad Media” en cuanto: 1) la escritura en los blogs va acompañada de imágenes, fotografías, y otros recursos hipertextuales que los enmarcan como los dibujos y las guardas que acompañaban a aquellos libros medievales y 2) en los blogs, la figura del autor vuelve a ser difusa, puede publicar y dar a conocer su verdadero nombre pero también puede elegir no hacerlo ya que en esa realidad virtual el nombre del blog es más importante ya que permite establecer lazos con otros blogs. A partir de la modernidad se instituye la figura del autor como una autoridad que se afianzó con el capitalismo. Pero en los blogs, en esas redes virtuales, el copyright o derecho de autor se desdibuja. En El orden del discurso, Foucault desarrolla lo que él llama “procedimientos de control y delimitación del discurso” que pueden ser externos, si funcionan desde afuera de los discursos mismos, o internos, dentro de los cuales señala: el comentario, el autor y las disciplinas. Con respecto al autor dice lo siguiente:
”(…) en el orden del discurso literario, y a partir de esa misma fecha, la función del autor no ha hecho sino reforzarse: a todos aquellos relatos, a todos aquellos poemas, a todos aquellos drama o comedias que se dejaban circular durante la Edad Media en un anonimato al menos relativo, he aquí que ahora, se les pide (y se les exige que digan) de dónde proceden, quién los ha escrito; se pide que el autor rinda cuenta de la unidad del texto que antepone a su nombre (…)”.
En Internet circulan una gran variedad de blogs literarios en los que se publican textos que pueden estar firmados o no con el verdadero nombre del autor y no existe esa exigencia de la que habla Foucault para que los escritores que publican sus textos en los blogs expongan sus nombres o hablen sobre sus textos (mientras que las editoriales, los diarios, revistas, academias y el canon sí exigen que el escritor dé cuenta de sus textos y les ponga su firma). Cada Blogger ocupa una “parcela de tierra virtual” y, por lo tanto, se le hace creer que prácticamente puede hacer lo que desee allí, y si quiere hablará sobre sus textos. Los que publican en los blogs saben que sus textos pueden ser reproducidos sin que se cite la fuente y también que pueden hablar o no sobre el proceso de creación pero, sobre todo, saben que no es de vital importancia dar a conocer su verdadero nombre sino el nombre de su blog. De esta forma, el nombre del escritor es relegado y lo que pasa a “ocupar” ese lugar es el nombre de su blog ya que los demás lectores llegan a un blog por su dirección web y no por el nombre de su autor (más allá de que ambos puedan coincidir y un escritor le ponga su propio nombre a su blog).
El otro procedimiento de control de los discursos es el comentario, y se refiere a textos, frases, citas, y discursos que son comentados, citados, reiterados porque se reconoce en ellos un cierto valor artístico, religioso, moral, etc. En Internet y en los blogs, como veníamos diciendo, circulan muchos textos que reproducen, citan, plagian a otros. Aunque hay sitios y blogs a los cuales se puede llegar mediante enlaces o links; los blogs literarios generalmente tienen alguna columna con direcciones de otros blogs “amigos” y también de páginas que pueden ser de interés para el usuario o seguidor de estos medios virtuales. En este punto es inevitable pensar a los blogs como nodos de una gran red virtual que se articulan y se refieren uno a los otros, así como Bajtín habla de “ecos” y de “reflejos”: “Cada enunciado está lleno de ecos y reflejos de otros enunciados con los cuales se relaciona por la comunidad de esfera de la comunicación discursiva.” De la misma manera, en los blogs literarios podemos encontrar referencias a textos de otros autores, se ven los diálogos entre las imágenes, las fotografías, los dibujos y los enunciados que allí publican.
Con respecto a los procedimientos de exclusión externos que considera Foucault, nosotros nos centraremos en lo prohibido ya que se relaciona bastante con los otros dos procedimientos de control: el autor y el comentario. Con lo prohibido, Foucault se refiere a que no podemos decir cualquier cosa en cualquier lugar y, sobre todo, a que la persona o institución que detenta el discurso, tiene poder y que, justamente por eso, el discurso mismo es un objeto de deseo. Como no podemos andar por la vida diciendo todo lo que queremos decir sin sufrir la vergüenza y la censura, los blogs son espacios en los que alguien se puede registrar y obtener una cuenta sin la necesidad de revelar su identidad verdadera, de manera que allí y en otros foros, páginas y redes sociales (facebook, twitter) los usuarios registrados pueden publicar lo que desean prácticamente sin ninguna restricción y sin tener que dar sus datos personales verdaderos a los demás usuarios o contactos. Por lo tanto, vemos que en el espacio virtual, podemos “burlar” ese procedimiento de control de los discursos y así posicionarnos y creernos los dueños de la palabra autorizada dentro de una pequeña parcela digital que un blog nos puede proporcionar. Los usuarios de los blogs creen tener el poder de publicar prácticamente todo lo que deseen y publicar o eliminar los comentarios de sus lectores, en este sentido parecería que incluso se instauraría una “anarquía o dictadura virtual” dependiendo de algunos casos.

Conclusión
Vemos que Internet es una gran red virtual compuesta por páginas webs, foros, redes sociales y blogs que son como nodos (ecos o reflejos) que se relacionan entre ellos y en los cuales se publican textos que a la vez conforman otra red. Por supuesto que nada surge de la nada y con la literatura pasa lo mismo, todo ya ha sido dicho pero se sigue escribiendo para decirlo de otras maneras (con otras formas), y en los blogs se publican textos literarios que pasan a conformar otros eslabones de la cadena discursiva de enunciados de la que habla Bajtín. Es interesante también, ver que en las páginas, foros y blogs donde publican escritores, la palabra del autor no es la única válida sino que la del comentarista es sumamente importante pues aporta su visión estética, cultural, intelectual y emocional sobre los textos que lee y, si es un lector agudo, puede aportar agudos consejos. De manera que en esta blogósfera “(…) un texto no está constituido por una fila de palabras, de las que se desprende un único sentido, teológico, en cierto modo (pues sería el mensaje del Autor-Dios), sino por un espacio de múltiples dimensiones en el que se concuerdan y se contrastan diversas escrituras, ninguna de las cuales es la original: el texto es un tejido de citas provenientes de los mil focos de la cultura.”

Bibliografía
• ANDERSON IMBERT, Enrique. 2006. Escritor, texto, lector. Bs. As., ed. Corregidor.
• BAJTIN, Mijaíl. 2002. Estética de la Creación verbal. Bs. As., ed. Siglo XXI.
• BARTHES, Roland. 2009. El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y la escritura. Barcelona, España, ed. Paidós.
• CASTRO RICALDE, Maricruz. 2002. Entrevista con Raúl Dorra. Teoría y análisis del discurso: problemáticas recientes. Revista Ciencia Ergo Sum, Universidad Autónoma del Estado de México, noviembre, volumen 9, número 3, pp. 213-217.
• FOUCAULT, Michel. 2008. El orden del discurso. Bs. As., Tusquets Editores.
• GACHE, Belén. Literaturas nómades. Fuente: http://portal.educ.ar/noticias/entrevistas/belen-gache-literaturas-nomade-1.php
• MACÍAS, Cristóbal. 2007. La revolución de los blogs, de José Luis Orihuela. UOC Papers Nº 5. Fuente: www.uoc.edu/uocpapers/5/dt/esp/macias/pdf
• PAZ SOLDÁN, Edmundo. El “blog” y la literatura del siglo XXI. Las fronteras de los recursos literarios se amplían. Fuente: http://www.elpais.com/articulo/semana/blog/literatura/siglo/XXI/elpepuculbab/20080315elpbabese_4/Tes





Alfonsina Storni: el deseo se impone y tu cuerpo, poesía.

Juan Pablo Páez.
(El profesor Paez realizó adscripciones de posgrado en los seminarios)


Algo nuevo, algo viejo, algo prestado y algo azul; el vestido blanco, el tocado y un ramo de flores. Antes, la preparación del ajuar que la futura esposa presentara a sus amigas en una reunión de té. Estos pasos constituían la costumbre del matrimonio de los tiempos de antaño. Las bodas requerían de toda una preparación; ya que este evento era de mucha importancia puesto que el objetivo era casar “bien” a la hija. Luego del casamiento, ella deberá ser la esposa fiel y abnegada que acompañará a su esposo, ése será su rol; no podrá trabajar fuera del hogar y deberá dedicarse a la crianza de sus hijos. La figura de la mujer, en los tiempos que nos preceden, estuvo sujeta a los dictámenes de un discurso patriarcal que la condicionaba.
Es sabido que nuestra sociedad está construida por el lenguaje y en tanto somos seres humanos, estamos atravesados por discursos. En todas las sociedades existen sólo algunos discursos que llegan a legitimarse y son los que, con el devenir del tiempo, se vuelven incuestionables. Justamente son esos discursos los que luego controlan cuáles serán los otros discursos que puedan, o no, circular.
Pensar en Alfonsina Storni nos remite a la revolución que se origina cuando la mujer asume su propio deseo y lo transforma en palabras. En esta oportunidad, volveremos sobre una de sus producciones para ver cómo el deseo se impone y adopta la forma de un poema. De esta manera el deseo adopta un cuerpo que es la escritura. En primer lugar realizaremos una breve aproximación al discurso íntimo que traspasa el umbral a un espacio público. Luego, presentaremos el poema “UNO” para abordar algunos aspectos vinculados con la noción del apetito y el deseo. Finalmente veremos cómo asumir el deseo impulsa el surgimiento del poema.

El discurso íntimo traspasa el umbral.
Los roles sexuales tradicionales logran quebrar el registro de imágenes atribuidas a la mujer en la obra de Alfonsina Storni según consta en las sucesivas investigaciones. Ese perfil femenino, que veía la cultura tradicional, empieza a desmoronarse; la mujer comienza a verse capaz de liberar su propio deseo; por eso se revela y denuncia, empieza su propia revolución. Sabemos la importancia que tiene tomar la palabra en estos contextos de silenciamiento, ya que como sostiene Foucault: “se busca dominar su acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad” . El poder de la palabra quiebra el silencio femenino y sus discursos traspasan el umbral del espacio íntimo para salir a la vereda pública.
Ese aflorar del discurso silenciado puede que, en determinados contextos, sea muy revolucionario puesto que pone en crisis el discurso dominante, lo cuestionan. Sabemos que la mujer constantemente es censurada ya que representa un peligro para la autoridad del hombre . Buscamos controlar los discursos porque lo que intentamos evidentemente es dominar el peligro que pueda desbaratar nuestra autoridad. Alrededor de los años 20, ese discurso dominante era el patriarcal que se ve acechado por el discurso feminista.
Elena Bossi nos plantea que la lírica es “el género socialmente aceptado para incluir libremente todos los discursos que la sociedad excluye” . Es llamativo que Alfonsina Storni denunciara el discurso patriarcal en forma de verso por sobre otras formas genéricas. Alfonsina escribe poemas cargados de erotismo para mostrar el deseo femenino. A continuación veremos cómo el deseo se impone, el siguiente poema pertenece al libro “Mundo de siete pozos” (1934):

Uno

Viaja en el tren en donde viajo. ¿Viene
del Tigre, por ventura?
Su carne firme tiene
la moldura
de los varones idos, y en su boca
como un pietro canal,
se le sofoca
el bermejo caudal…

Su piel,
color de miel
delata el agua que bañó la piel.
(Hace un momento, acaso, las gavillas
de agua azul, no abrían sus mejillas,
los anchos hombros, su brazada heroica
de nadador?
¿No era una estoica
flor
todo su cuerpo elástico, elegante,
de nadador,
echado hacia delante
en el esfuerzo vencedor?)

La ventanilla copia el pétreo torso
Disimulando bajo el blanco lino de la pechera.
(¿En otras vidas remontaba el corso
mar, la dulce aventura por señuelo,
con la luna primera?)

Luce, ahora, un pañuelo
de fina seda sobre el corazón,
y sobre media delicada cae su pantalón.

Desde mi asiento, inexpresiva espío
Sin mirar casi, su perfil de cobre.
¿Me siente acaso? ¿Sabe que está sobre
su tenso cuello este deseo mío
de deslizar la mano suavemente
por el hombro potente?


El apetito.
Roland Barthes en su libro “El susurro del lenguaje” (1897) nos dice que Brillat Savarin señaló, en el plano de la comida, la distinción entre necesidad y deseo . El hambre, en el plano de la comida, es la necesidad, mientras que el apetito es el deseo. Asimismo dicho autor nos acerca una clasificación del apetito: el primero, llamado natural, es el que pertenece al orden de la necesidad; el segundo, denominado de lujo, es el que pertenece al plano del deseo y el erotismo. George Bataille en su libro “Las lágrimas de Eros” nos dice: “La mera actividad sexual es diferente del erotismo; la primera se da en la vida animal” . Es sabido que el acto sexual en los animales sólo busca la satisfacción de una necesidad: satisfacer solamente ese “apetito natural”; en cambio, los hombres buscamos también satisfacer ese “apetito del lujo”, ya que la mera actividad no nos satisface por completo. Y cuando así lo hiciere, nos vemos actuar como animales. El erotismo, la sensualidad y el deseo simbolizan ese “lujo”, eso “extra” que sumamos como parte a nuestro acto sexual.
La mujer de los años 20 busca satisfacer su apetito de lujo ya que ella también desea; a la luz de ello, podríamos sumarnos a lo propuesto por Beatriz Sarlo, quien al referirse a Alfonsina Storni, sostiene: “Ella no borra ni su sexualidad ni su sensualidad, sino que las convierte en centro temático de su poesía” . Sin embargo, a nuestro parecer, más que convertir esa sensualidad y esa sexualidad en el centro temático, creemos se convierten en el centro lingüístico, puesto que son las palabras del poema las que impiden su borradura.
Ahora bien, el término “sexualidad” nos permite establecer relaciones con el apetito. La RAE define dicha palabra como:

1. Conjunto de condiciones anatómicas y fisiológicas que caracterizan a cada sexo.
2. Apetito sexual, propensión al placer carnal.

A partir de estas definiciones podríamos decir que la sexualidad involucra tanto al cuerpo, como así también sus posibles percepciones. Una primera forma de percibirlo es externa, es decir atendiendo sólo a sus “condiciones anatómicas”. En cambio, la segunda percepción es interna y subjetiva, relacionada con el gusto personal, es decir al propio “apetito”. A pesar de las diferencias evidentes entre una y otra acepción; ambas se involucran en tanto lo externo de un cuerpo otro puede despertar el deseo en mi propio cuerpo; de esta manera lo interoceptivo se ve movilizado por lo exteroceptivo.
El viajante despierta el “apetito” de la voz lírica que lo acompaña en este viaje, esto es posible rastrearlo en, por ejemplo, la utilización de los adjetivos tales como: carme firme; anchos hombros; cuerpo elástico, elegante; pétreo torso; hombro potente, etc. Catherine Kerbrat y Orecchioni en su libro “La enunciación de la subjetividad en el lenguaje” nos dice que “todo es relativo” en el uso de los adjetivo. Una de las categorías propuesta son los adjetivos afectivos los cuales a la vez que dicen algo del objeto al que se refieren, determinan una reacción emocional del sujeto hablante. Según conviene a nuestro análisis adherimos a esta acepción puesto que, como puede observarse, hay una carga valorativa por parte de la voz poética que pone en juego su subjetividad.
Mirar las formas.
Percibimos algo llamativo en la estructura de los versos. A simple vista, nuestro ojo recorre un poema de verso libre, pero ¿qué pasas al momento de la lectura? Nuestra voz descubre un martilleo y es que el poema tiene una rima consonántica. Ninguna palabra queda suelta, todo encuentra un eco en el poema, basta en esta oportunidad señalar sólo unos ejemplos: “piel – miel”; “boca – sofoca”; “canal – caudal”.
Podríamos sostener que hay una ilusión de libertad que no se cumple: la forma nos sugiere, como dijimos, un poema de verso libre, sin embargo, por el ritmo del poema habría, detrás, la base de un verso clásico. La forma nos dice algo que no encuentra su relación con el sonido. Quizás, ello sea similar al sentido del poema: la voz lírica dice mirar “inexpresiva”, espía, ya que algo aún la sujeta, del mismo modo en el que ese verso clásico (endecasílabo: “Su carne firme tiene/la moldura”) controla el aparente verso libre.
Es cierto que algo aún la controla, sin embargo otras marcas, como los paréntesis, dan cuenta de que el dominio ya no es total. En el poema analizado vemos cómo los paréntesis se abren en un verso para cerrarse en versos posteriores. A continuación transcribimos unos versos de su famoso poema “Tú me quieres blanca” para mostrar cómo los paréntesis funcionan de manera distinta:

Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone)
¡Me pretendes alba!

Observamos que los paréntesis están cerrados en el mismo verso en los que se abren. La voz permanece silenciada. Estas marcas, que encierran todo un verso, controlan las palabras, las ocultan. Algo entre ellos permanecerá en lo no dicho. Por el contrario, en el poema “Uno”, los paréntesis se quiebran; estos se abren y las palabras se liberan y con ellas el erotismo.

Sinécdoque y erotismo.
El cuerpo del viajante le causa placer a la voz lírica. Nos preguntamos ¿cómo aparece el cuerpo de aquel a quien se desea? Decimos las palabras una por una del mismo modo en que miramos parte por parte. La voz recorta el cuerpo con la mirada: “su boca” – “su piel” – sus mejillas” – “el torso” – “los hombros” – “su cuello”.
La sinécdoque ha sido definida como la figura por la cual se designa la parte para indicar el todo o viceversa y, según Raúl Dorra, se diferencia de la metonimia porque no propone desplazamientos de los elementos ni asociaciones por contigüidad. El cuerpo del viajante es diseccionado para conservar sólo las partes más sugerentes; el erotismo es un efecto deseado, se busca erotizar al lector a través de la enumeración de las partes más sensuales del cuerpo.
Las secuencias del cuerpo propone un doble juego: la voz lírica recorta el cuerpo con la mirada y construye, con esas partes, el cuerpo del poema. Nosotros, los lectores, realizamos un proceso inverso porque retenemos los recortes y logramos recomponer no sólo aquel cuerpo diseccionado por esa mirada.
El yo lírico retiene las partes más sensuales del cuerpo: “el torso”, “el cuello”, la “boca”, etc.; disfruta de cada una de ellas como quien disfruta de unos bocados que toma uno por uno de un platillo. La voz saborea cada palabra y se las brinda al lector, lo erotiza. Esa enumeración sinecdoquica que se hace del cuerpo nos señala un camino hecho con el deseo; un camino que avanza y se profundiza hasta llegar a la confesión. Las partes del cuerpo, por efecto de la enumeración, van quedando una tras de otra: la primera parte que se nombra será una huella para la última: las partes se sostienen entre sí, marcan un camino hecho con huellas que debemos rastrear en el poema. Todo el poema es camino que devela tanto el deseo como la confesión y no es casual que ambas involucren el cuerpo: la voz desea y confiesa querer “deslizar la mano suavemente/por el hombro potente” del viajante
Decíamos que esta figura permite a la voz tomar las partes más sugerentes del cuerpo como “el cuello” “el torso”, “su boca” porque lo que busca justamente es erotizar a su lector. Raúl Dorra nos dice que la sinécdoque “no solo tiene la virtud de operar una economía textual sino en otra más profunda y decisiva: la de proponer a la imaginación aquello que no podría ser descrito en los límites usuales del lenguaje” . El poema muestra la imposibilidad que supone buscar la palabra justa para señalar el deseo que nos invade. Reunimos las partes para imaginarnos no solo el cuerpo, sino también a la voz lírica viéndose mirar.
Finalmente, el pronombre posesivo muestra que la voz lírica se hace cargo del propio deseo y, con él arma el cuerpo que mira. Y es que el sentimiento permite la poesía, Amado Alonso nos dice:

“la poesía comienza sólo cuando comienza el sentimiento, y cuando ese sentimiento siente la necesidad de consolidarse en una construcción objetiva […] El sentimiento es siempre el elemento primero y básico de toda la poesía ”

Contrariamente a lo que se piensa de ella, con el exceso de la subjetividad no se construye un poema, ya que éste necesita esa “objetividad” para que el sentimiento y la subjetividad den lo mejor de sí. Para un poema, el sentimiento necesita del control; del mismo modo que lo necesita el erotismo para lograr su efecto.
Alfonsina Storni le pone control a todo, como por ejemplo, ese verso clásico que controla, con su rima consonántica, el aparente verso libre. Si la métrica también está controlada no ocurre lo mismo con el sentido que se libera. Y es que en la intimidad de un poema, que es público, ningún discurso puede aprisionarla: “¿sabe que está sobre/su tenso cuello este deseo mío”. La voz lírica dice -sin decir- lo mucho que desea al viajante, sin embargo, pone algo de ella en el otro y realiza una pregunta indirecta: no pregunta por su propio deseo, pregunta sí él conoce el deseo de ella, pregunta si él sabe lo que ella desea de él.

A modo de cierre
Todo escritor realiza su pequeña revolución. En la oportunidad de este simposio nos acercamos a un poema de Alfonsina Storni y vimos que asumir el propio deseo, nos permite hacerle frente a un discurso dominante, que busca el silencio. El hecho de que un poema manifieste el deseo de una mujer de los tiempos que nos preceden, lo muestra como algo novedoso. El poema “Uno” está cargado de sensualidad y crea, mediante varios recursos, una atmósfera muy erótica.
Algunas palabras, como los adjetivos, muestran el objeto, a la vez que dicen del sujeto. Por el corte de los versos, los paréntesis se abren y dejan escapar el deseo que por mucho tiempo permaneció en lo no dicho. La voz delata el sentimiento y es que con él surge el poema. No importa si el sujeto espía inexpresiva, asumir el deseo es hacer un poema con el cuerpo deseado. Si no fuera por aquel verso “Sin mirar casi”, no habría poema que mirar. En este poema de Alfonsina Storni, el deseo se impone y a tu cuerpo lo vuelvo poesía.

Bibliografía:
1. ALONSO, Amado. 1977. “Materia y forma en poesía”. Tercera edición. Madrid: Editorial Gredos.
2. BATAILLE Georges. 1997. “Las lágrimas de Eros”. Trad. David Fernández. España, Tusquets,
3. BARTHES, Roland. 1897. “El susurro del lenguaje: más allá de la palabra y la escritura.” España: Editorial Paidós Comunicación.
4. BOSSI, E. 2001. “Leer poesía, leer la muerte”. Rosario: Ed. Beatriz Viterbo.
5. DORRA, Raúl. 1989. “Hablar de literatura”. México: Fondo de Cultura Económica.
6. FOUCAULT, Michel. 2008. “El orden del discurso”. Traducción de Alberto González Troyano. Buenos Aires: Ed.Tusquets
7. HERNÁNDEZ, Laura. “Escribir a oscuras: el erotismo en la literatura femenina latinoamericana”. Editorial de Belgrano.
8. SARLO, Beatriz. “Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930”. Ediciones Nueva Visión. Colección dirigida por Carlos Altamirano.
9. STORNI, Alfonsina. Mundo de siete pozos (1934) en “Antología Poética”. Losada. Bs. As. 1956.






La Palabra Terrible

Reflexiones sobre la Literatura y la Crítica Literaria.
por Álvaro F. Zambrano (El profesor Zambrano es Jefe de Trabajos Prácticos de Teoría y crítica II)
La neurosis es un mal menor: no en relación con la “salud”
sino en relación con ese “imposible” del que hablaba Bataille
(“La neurosis es la miedosa aprehensión de un fondo imposible”)
Roland Barthes: El Placer del Texto

Introducción
Apenas empiezo a escribir este trabajo con ambiciones de “reflexión”, me detengo a pensar en las palabras claves que conforman su espíritu: Literatura y Crítica literaria. Y aparece clara la relación entre una y otra o, más precisamente, las implicancias de una sobre la otra, esto es, que la Crítica habrá de obrar sobre esa materia, digamos por de pronto, extensa, que es la Literatura. Luego, convocando a la memoria, paso revista a lecturas pasadas y presentes, transito por textos a los que dediqué particular atención y otros que podríamos, ahora apresuradamente, llamar críticos y advierto que aquella correlación que señalé antes no es tan clara o tan evidente.
Entonces, retrocedo unos pasos, vuelvo la mirada y trato de aclarar el pensamiento: la literatura obra sobre y en el lenguaje y, la Crítica trabaja desde el lenguaje sobre la Literatura.
Este intento de aclaración sólo vale para convocar otros pensamientos, desde ya más autorizados, que a lo largo de la segunda mitad del siglo XX –aunque desde luego debemos rastrear sus principios mucho antes- han problematizado el concepto de “literatura” quizá con el riesgo, como es mi caso, de perder de vista aquello que parecía preciso.
Grande sería el esfuerzo y extenso el trabajo de sistematizar todo lo que se ha dicho y propuesto por esos instelectuales reunidos en lo que se ha denominado “corrientes” o “escuelas” de Crítica –denominaciones que no dejan de ser un signo que señala el enfoque particular y, por ello quizá, limitado, en su abordaje como en la particular manera de concebir el “hecho literario”, esto es, su lenguaje.
Ante estas preocupaciones, decido empezar por el principio, desde lo que se sabe o se cree saber, es decir, desde la corta experiencia, y tratar de mostrar la idea de literatura que guía mi labor. Y, así, no hallo mejor manera de empezar sino con literatura.
El animal yacente
-Parece que en Kuichú, en China, no conocían los asnos. Un día, un hombre rico hizo llevar uno por barco. Lo tuvo un tiempo en su finca, pero cuando se cansó de él, lo soltó en el monte. El asno se internó cada vez más buscando pasto para comer, sin saber que un tigre lo acechaba. El tigre lo seguía con desconfianza, nunca había visto una criatura tan extraña y creyó que se trataba de un dios. Así pasaron los días, el tigre observándolo a distancia y el asno pastando despreocupadamente. Cierta vez, el asno rebuznó y el tigre escapó corriendo. Pero cuando comprobó que el rebuzno no hacía daño regresó, y pensó que acaso no era un ser tan terrible. Se fue acercando cada vez más, hasta que se atrevió a tocarlo, luego lo empujó, le gruñó y le molestó en todas las maneras posibles, hasta que el asno le pegó una patada. “Así que esto es lo que sabe hacer”, se dijo el tigre. Y entonces saltó sobre el asno y lo devoró.
Esta historia referida por Juan Cízico a Segovia en la novela de Jorge Accame Segovia o de la Poesía, quizá me ayude a ilustrar una forma de entender la literatura.
Si la entendemos como un animal imprevisible, yacente, una criatura que encierra en sí el sosiego y la potencia, la literatura habrá de perdurar en una zona de insinuación, de erotismo quizá, a la vez que de indefinición. Su quietud está cargada de una fuerza que no se hace evidente sino que sobrevive en la promesa del movimiento y, cuando éste aparece, lo hace de modo fragmentario, recortado, mezquino, de tal manera que sea él promesa de otro que revele la completud.
La literatura, esta criatura hecha de palabras, se despliega en el blanco de la página o se desgrana en lo liviano del aire; está toda ahí, expectante, envuelta en una suerte de instantaneidad, siempre igual y siempre distinta. Morosa, va enseñando su cuerpo, se insinúa poco a poco; se muestra ocultando.
El lector la acecha, la mira, se acerca, se deja llevar seducido por ese animal que se le ofrece a la vista, extraño, iniciando un juego de enamoramiento, una dialéctica entre la pretendida quietud de aquella y su movimiento. Éste utilizará todas las artimañas, todas las estrategias necesarias para que aquel animal se muestre, se revele o, en definitiva, le revele “eso” que no termina de mostrarse, que aún se encuentra oculto en ese velo de palabras hasta que, finalmente, se lance sobre la presa.
El lector, paciente o presuroso, metódico o urgente, va en busca de esa promesa que yace en la palabra poética; anhela su realización, su encuentro, llegar hasta el final, hasta la verdad. Pero en la literatura esa promesa está siempre desplazada o, como lo dice el mismo personaje, es sólo promesa de otra palabra y ésa de otra y de otra… y es allí donde radica su fuerza. Entonces, esta potencia está en su propio límite, en la propia hechura de la palabra que señala otra hasta el después, es decir, hasta la intemperie.
El lector-predador queda enredado así en la red de palabras que ha ido hilvanando a través de aquella promesa como si fueran distintas capas de cebolla que no llevan más que a sí mismas; un tejido donde -y por medio del cual- habrá de quedar sujeto.
La satisfacción del acceso a la presa es siempre transitoria, pasajera y desde luego incompleta; ese final, esa completud, en última instancia, esa “verdad”, son siempre ilusorias; ilusión o pretensión que se paga con una inversión de roles en esta batalla amorosa en la que el cazador termina siendo cazado.
La palabra poética es palabra sacrificada en tanto que oficia de señuelo, de elemento de seducción; invitación renovada a un juego, digamos per versus, en el que se cifra una latencia siempre nueva y siempre prevista.
Tal vez a eso hace alusión Humberto Eco cuando dice: en ese momento tendrás que ser mío y estremecerte ante la infinita omnipotencia de Dios que vuelve ilusorio el orden del mundo. Y después, si te animas, tendrás que comprender cómo te atraje a la trampa, porque al fin y al cabo te lo fui diciendo paso a paso, te avisé claramente que te estaba llevando a la perdición, pero lo bonito de los pactos con el diablo es que se firma sabiendo bien con quién se trata. Si no, ¿por qué el premio sería el infierno?


La danza y la marcha

Roland Barthes ha desarrollado ampliamente las ideas que guían el hacer de la crítica distinguiendo fuertemente los presupuestos de los que denomina “antigua crítica” y los elementos y criterios de la “nueva”. No habré de puntualizar aquí todos y cada uno de los argumentos dados por este autor puesto que son bien conocidos sino que me limitaré a partir de una cita que me resulta esclarecedora. En uno de sus artículos (“Las dos críticas” publicado en el libro Ensayos críticos) él, especificando, explora las relaciones y los objetivos de cada una de ellas designándolas como crítica universitaria y crítica ideológica, y reconoce que no hay, pues, ninguna razón que impida a las dos críticas reconocerse mutuamente y colaborar: la crítica positiva establecería y descubriría los “hechos” (puesto que esta es su exigencia), y dejaría libre a la otra crítica para interpretarlos, o más exactamente, para “hacerlos significar” […], unido esto a la idea puntual de que El crítico tiene que admitir que su objeto mismo, bajo su forma general, es la literatura, que se le resiste o que le huye, no el “secreto” biográfico […]. Esto es, que siendo la obra su propio modelo y su propio marco, su significación debe señalarse en relación a los “términos” de una red funcional, red que sólo puede indicarse en su “permanencia” en el interior de dicha obra. Quizá podríamos precisar esta idea, entonces, diciendo que la labor del crítico está llevada adelante por operaciones de homología intrínsecas y no por conexiones analógicas extrínsecas.
Es claro suponer que, en algún punto, subyace en todo trabajo crítico una idea o un concepto de literatura y por esta razón, tal vez, sería oportuno detenerme en este punto y sin ánimos de dar por acabado el tema, señalar dos líneas a las que, creo, podríamos reducir el problema y, para ello, seguiré el pensamiento de Cuesta Abad y Jiménez Heffernan (Teorías Literarias del Siglo XX, Ed. Akal).
La teoría y la Crítica literarias, a lo largo del siglo XX, se han encontrado unidas por varios puntos a la historia de la filosofía y no podemos dejar de reconocer que este siglo estuvo signado fuertemente por las ideas del Formalismo, fundamentalmente desde 1958 cuando a partir de “Lingüística y Poética”, Roman Jakobson cifraba las bases de la discusión.
En estos cruces entre una esfera, la Teoría y la crítica, y la otra, la filosofía, podríamos decir que se ha dado a lo largo de este período un denominador que ha ido derivando hacia lugares diferentes y contrapuestos. Por un lado, y a riesgo de caer en simplificaciones, entender la literatura como medium, y por el otro, entenderla como fin o, como propone Michael Foucault en relación a estas mismas derivaciones, documento y monumento, respectivamente.
Situarnos en uno y otro lugar, hará variar la noción de “Literatura” y, por ende, señalaría implícitamente los límites y las posibilidades de la Teoría y la Crítica puesto que parecieran encontrarse dos “giros” sobre una misma problemática a los que podríamos llamar, entonces, “giro hermenéutico” y “giro retórico-poético” respectivamente.
Nietzsche había postulado que no hay hechos, sino sólo interpretaciones, afirmación que aspira a la universalidad y que, en base a las teorías posestructuralistas podría reescribirse como no hay textos, sino sólo interpretaciones. Visto así, queda claro que se plantea una paradoja puesto que, siguiendo este pensamiento, toda interpretación sería un texto y, por lo tanto, todo texto configura, per se, una interpretación; de lo que se desprende que el texto sería una objetividad que la interpretación revelaría ilusoriamente. De esta manera, esta paradoja pone de manifiesto el procedimiento con el cual se opera sobre la literatura, o más precisamente sobre la obra, pues privilegia la interpretación trascendente, esto es el acceso extrínseco, por sobre la interpretación inmanente, es decir, el acceso intrínseco.
Por otro lado, el “giro retórico-poético” pone de relieve la influencia saussureana (en el Formalismo y los Estructuralismos europeos) como así también el retorno a la Poética como disciplina clásica, soportadas en base a la “evidencia inmediata”, o sea, el estudio de la literatura, literaturnost, que opera sobre la inmanencia; en otras palabras, la comprensión de la literatura como lenguaje que debe ser interpretado lingüísticamente, lenguaje cuyas propiedades sólo pueden ser determinadas o explicitadas por un “metalenguaje” para dar cuenta de su “comprensibilidad”.
Paul de Man ha realizado reflexiones tendientes a esclarecer los procedimientos y aspiraciones de cada uno de estos giros advirtiendo que:
• La hermenéutica es un proceso dirigido a la determinación del significado que postula una función trascendental de la comprensión que suscita, antes o después, la cuestión sobre el valor de “verdad” extralingüística de los textos literarios. Esto es, del significado específico.
• Que dicho proceder y búsqueda de verdad se explica porque hay que recordar que la hermenéutica pertenece tradicionalmente a la esfera de la teología y su continuación secular en las distintas disciplinas históricas.
• Finalmente que, en un marco hermenéutico, interviene necesariamente la lectura pero ésta constituye un medio para lograr un fin, que una vez alcanzado, debería hacer de ella algo “transparente” y superfluo. La finalidad última de una lectura hermenéutica satisfactoria –concluye De Man- es abandonar la lectura por completo.
La poética, por su parte:
• Es una disciplina metalingüística cuyos análisis formales de las estructuras lingüísticas pretenden la consistencia científica.
• Se ocupa de la taxonomía e interrelación de las estructuras del lenguaje literario.
A partir de lo dicho, podemos inferir que el giro hermenéutico, alentado por el “des-cubrimiento” y la diafanidad referencial, condiciona la posibilidad del objeto de conocimiento quizá, en algunos casos, porque el objeto que persigue se encuentra ubicado más allá o más aquí del objeto literario, es decir, de la esfera de la literatura y/o, en otros casos, y de acuerdo a las orientaciones que asuma dentro su marco teórico, porque su objeto pareciera ser su propio método.
Mientras que para el giro retórico-poético, ya lo hemos dicho, el objeto es la propia esfera de la Literatura que se constituye como principio y fin de su hacer. Como lo exponen los autores , al ser su horizonte el propio lenguaje poético, este giro supone la ruptura de las expectativas sintácticas y semánticas, es decir del código in absentia, a la vez que la reflexión sobre las formas lingüísticas de la expresión in praesentia en tanto necesidad de entender el mecanismo lingüístico que hace comprensible tal uso.
A este respecto, dice De Man que el texto literario: no conduce a ninguna percepción trascendental, intuición o conocimiento, sino que requiere meramente una comprensión que ha de seguir siendo inmanente porque plantea el problema de su inteligibilidad en sus propios términos […]
Y más adelante aclara que la lectura no consiste en la simple atribución de significados a un texto, sino en algo parecido a un proceso dialéctico por el que un texto sólo puede ser tal en tanto que su lenguaje está condicionado “inmanentemente” por el metalenguaje de la lectura crítica como efectuación interpretativa de la obra.
Llegados a esta parte, quisiera terminar recordando una imagen que Paul Valery utilizó para hablar del lenguaje como medio y como fin que ilustra los movimientos de cada una de las líneas señaladas, dos formas de movimiento que nos remiten a cada uno de los giros, ellos son, la marcha y la danza.
La marcha apunta a un objeto concreto, a un fin y por ello su pasaje será finito, ha comenzado antes y, luego de atravesar la obra, seguirá hacia otro lugar ya fuera de sus límites. Su paso certero señala un ritmo y una velocidad siempre iguales, siempre coordinados que aspira a llegar… que ambiciona un horizonte “de verdad” que se inscribe más allá de la obra y de la literatura. La literatura, su lenguaje, es sólo un lugar de tránsito, un medio al servicio de una empresa distante y otra.
Por el contrario, la danza es un sistema, un conjunto de actos o de “pasos” armónicos que no tienen un fin más allá sino que es ella misma su propio fin; no va a ninguna parte. La danza, como la seducción, implica un encuentro, un estado o un encantamiento; un movimiento cuyas reglas no implican una operación acabada y final sino que son sugeridas por el devenir de la música que convoca a los cuerpos que se distancia y que se necesitan dando lugar a una dialéctica o una excitación.
Finalmente, y visto que empecé este trabajo con literatura, me resta imaginar cuánta más danza o, si se prefiere, más batalla amorosa que la que nos dejó Andrés Fidalgo sobre la labor del poeta y que, tal vez, podría imaginarse para la labor del crítico, en estos versos:

La poesía me libera,
la poesía me aprisiona;
me lleva y trae de las tormentas
al mar en calma de su zona.
Por la mañana, me condena,
al caer la tarde, me perdona;
a la rutina me ata y luego
con fantasías me corona.
No entiendo bien los complicados
o simples cantos que ella entona;
transcribo mal lo que me dicta,
soy su amanuense y su fregona.
Cuando me llama, estoy perdido:
no reconozco mi persona.

He intentado con estas pocas palabras dar cuenta de mi entendimiento y, claro está, de mi elección; comenzando con la idea de literatura para luego recaer en el hacer de la crítica y, tangencialmente, de la Teoría procurando reducir la discusión a sus expresiones mínimas, que siempre son las más problemáticas.
No es mi intensión cerrar la discusión, lejos estoy de tan ambiciosa meta sino, por el contrario, sumar mi grano de arena a este desierto procurando que a través del consenso podamos hallar un oasis.


Bibliografía.

Amícola, J. 1997. De la forma a la información. Bajtín y Lotman en el debate con el formalismo ruso. Rosario: Beatriz Viterbo editora.
Barei, Silvia. 2001. Recorridos teóricos: texto-discurso. Córdoba: Epóke.
Barthes, Roland 1987. “De la obra al texto”, “La muerte del autor”, “Escribir la lectura”, “De la ciencia a la Literatura”, en su El susurro del lenguaje. España. Paidós.
1978. El Placer del texto y Lección Inaugural. Argentina: Siglo XXI editores.
1972.Crítica y Verdad. Bs. As. Siglo XXI.
Cuesta Abad, J. M. y Jiménez Heffernan, J. (eds).2005. Teorías Literarias del siglo XX. Madrid: Akal ediciones.
Culler, Jonathan. 1989. “La literaturidad”. (En AA. VV. Teoría literaria. México. Siglo XXI).
Dorra, Raúl.1989. “El deseo y la constitución de la obra”,”El problema del valor en los estudios literarios”, “Semiótica y Estudios Literarios: la proximidad y la distancia”. En su Hablar de Literatura. México. FCE.
Eco, Humberto: Apostillas al Nombre de la Rosa.
Jakobson, Roman. 1984. “Lingüística y poética” (En su: Ensayos de lingüística general. Barcelona: Editorial Ariel).
----------------------“Sobre el realismo artístico” (En: 1970. Todorov comp.. Teoría de la literatura de los formalistas rusos. México: Siglo XXI).
Poe, Edgar Alan. 2000. “Filosofía de la composición” (En su: El cuervo y otros poemas. Argentina: Errepar, Longseller)
Shklovsky, “El arte como artificio” (En: 1970. Todorov comp.. Teoría de la literatura de los formalistas rusos. México: Siglo XXI).
Todorov, T. 2004. Teoría de la Literatura de los Formalistas Rusos. México: Siglo XXI. [1970]
Valéry, Paul (1990). Teoría Poética y Estética. Visor, La balsa de la Medusa. Madrid [1957].
--------------- (1995). Estudios Literarios. Visor, La balsa de la Medusa. Madrid [1957].
Wellek, R. y Warren, A. 2004. Teoría Literaria. España: Gredos. [1966].